MILTON CANIFF (1907-1988).

Hola a todos.

Hoy hablaremos de otro de los muy grandes  historietistas de la época de oro de los tebeos.

MILTON CANIFF (1907-1988).

Ilustrador estadounidense.

Portada Dickie Dare.

Portada Dickie Dare.

Algunas de sus obras más importantes:

–          Puffy the pig (1932).

–          The Gay Thirties (1933).

–          Dickie Dare (1933).

–          TERRY Y LOS PIRATAS (1934-1946)*

–          Male call (1942-1946).

–          Steven Canyon (1947-1988)**

(*).- Terry y los piratas, su serie más popular y de mayor éxito, comienza el 22 de octubre de 1934 y durará hasta el 30 de diciembre de 1946. Una vez abandona la serie, por intereses personales del autor, sería retomada por George Wunder y se mantendría hasta el 25 de febrero de 1973.

(**).- Steven Canyon, su serie más longeva y querida, comienza el 13 de enero de 1947 y seguirá hasta después de su muerte, hasta el 4 de junio de 1988, ¡más de cuarenta años! Esta serie llegará a publicarse hasta en 168 periódicos distintos, y esto sólo en los Estados Unidos.

Una pequeña biografía extraída de la red.

Milton Caniff en faena.

Milton Caniff en faena.

Milton Caniff Arthur Paul nació en Hillsbord, estado de Ohio, en el año 1907. Hijo de un impresor que solía llevárselo a su trabajo, lo que le habituó al trasiego y tacto del papel y la tinta. A los nueve años se traslada con su familia a California, instalándose cerca de Hollywood, donde incluso llegó a hacer de extra en alguna película. Pero por el año 1922 está de vuelta en la Universidad de Ohio estudiando la carrera de Bellas Artes. A mediados de los años veinte, intentó con su amigo y socio, Noel Sickles, crear una agencia artística independiente en la ciudad de Columbus, pero la Gran Depresión del 29 arruinaría sus juveniles proyectos. A principios de los años treinta se traslada a Nueva York y empieza a publicar y enseñar sus primeras series de ilustraciones humorísticas: Puffy the pig (1932) y The gay thirties (1933). Pero será en este año 1933 cuando se fije en él la empresa  Associated Press y le contratará para desarrollar su primera serie de gran éxito: Dickie Dare.  Esta serie está protagonizada por un niño de doce años y su pequeño perro Wags, juntos se introducen, mezclan y viven intensamente todo tipo de aventuras que lee en sus libros infantiles.

Terry y los Piratas.

Terry y los Piratas.

Esta última serie de Dickie Dare impresionó y agradó sobremanera a una figura importante del mundo gráfico de entonces, el capitán y editor Joseph Patterson, que en 1934 contrató a nuestro ilustrador de hoy para trabajar en el New York Daily News y en el Chicago Tribune, diarios pertenecientes a su círculo de poder. Patterson le propuso la creación de una nueva serie de aventuras situada en el medio oriente o el sureste asiático, y así nació su serie más popular y famosa: Terry y los piratas. La serie contaba con tres personajes principales: el joven Terry Lee, un adolescente que irá creciendo con los años y que es el elemento de identificación más directo para todo ese público infantil al que iba dirigida la serie, su amigo el apuesto e intrépido Pat Ryan, y el elemento cómico, la figura del tonto divertido que luego usaran tantos otros ilustradores, George Webster Confucio, “Connie”, el inconfundible chinito amarillo, dentudo y orejón, más popular de los tebeos de siempre. Además, claro, de otros muchos personajes muy trabajados y conseguidos: Big Stoop, un mongol gigante, amigo de Connie; estaban las chicas hermosas y esculturales como Lady Dragón, Normandie Drake  o la rubia Burma y, por supuesto, los detestables malos malísimos, por nombrar algunos, la pirata Sanjak, Sr. Yurk, el Capitán Blaze, el Capitán Judas  o Papa Pyzon. Terry y los Piratas se publicó en España en 1935 en la revista infantil Mickey, de la editorial Molino. Los derechos de propiedad de esta serie no pertenecían a Milton Caniff, eran del Tribune News Syndicate, por este motivo, para tener mayor libertad en su producción, nuestro dibujante la abandona en diciembre de 1946 para dedicarse a su ya definitiva y nueva serie gráfica: Steven Canyon.

Miss Lace - Male Call.

Miss Lace – Male Call.

Al poco de estallar la Segunda Guerra mundial, en 1942, nuestro autor gozaba ya de una reconocida fama y por esto, como tantos otros buenos ilustradores, fue requerido por la Camp Newspaper Service (una especie de organismo coordinador de las publicaciones militares) para crear una serie que ayudará a mantener la moral de las tropas en el frente mediante un divertimento desenfadado y entretenido (que además estaba controlado por la censura militar y debidamente instrumentalizado para la propaganda bélica, claro). En un principio creó una serie basada en la escultural heroína Burma que ya aparecía en la serie de Terry y los piratas, pero algunos periódicos se quejaron por considerar este recurso del autor como competencia desleal que les perjudicaba directa y claramente. Así, nuestro ilustrador se vio obligado a idear una nueva serie desde el principio, lo que propició el nacimiento de otra de las series más destacadas de Milton Caniff: Male Call, con la bella, estupenda y súper sexy Miss Lace. Esta serie nació en el año 1942 y duró, como Terry y los piratas y por casi los mismos motivos, hasta el año 1946. En el horror bélico y brutal del frente, los soldados desconectaban y se relajaban como buenamente podían y, como casi siempre, con algo de erotismo “light”, y estos tebeos de aventuras bélicas protagonizados por una bellísima Pin-Up ayudaban lo suyo, claro.

Steven Canyon.

Steven Canyon.

Pero la serie más longeva, personal y gratificante para Milton Caniff (no olvidemos que ahora ya mantendría sus derechos de autor intactos, lo que le suponía una mayor libertad creativa) creemos que fue la comenzada en enero de 1947 en las tiras de prensa que aparecían en el diario Chicago Sun-Times, para el Syndicate Field Enterprises Inc., del magnate Marshall Field, famoso editor con claros tintes de izquierda política de la prensa norteamericana (de su distribución internacional se ocuparía King Features Syndicate): las aventuras de Steve Canyon.  El personaje principal de la serie es un apuesto héroe de la aviación que, una vez licenciado del ejercito, crea una agencia privada de alquiler de transportes aéreos y que será continuamente contratado por una variopinta clientela para meterse en mil y un jaleos, aventuras y conflictos bélicos (por ejemplo, el de Corea), siempre en defensa de la libertad y la justicia, y que después de la guerra de Corea vuelve a incorporarse al servicio en las United states Air Force, consiguiendo así un escenario perfecto e idóneo para continuar con sus interminables y asombrosas aventuras. También cuenta esta serie con grandes personajes en sus aventuras: el adolescente Reed Kimberly (trasunto de Terry), la figura cómica de Happy Easter (lo mismo de Connie. En España este personaje se llamará Félix Pascua) o, como no, las chicas, Herself Muldoon, Summer Leighton Olsen, Feeta-Feeta, Copper Calhoun, Miss Mizzou o Poteet Canyon, entre otras. Para esta serie Caniff contó con la ayuda de un magnifico colaborador, su asistente el ilustrador Dick Rockwell, cuidando así la elaboración y acabados de sus viñetas hasta alcanzar una depurada técnica de gran calidad gráfica, sólo algo difuminada en sus últimos años profesionales. Esta serie ha tenido muy dispares críticas a lo largo de su existencia, pues su autor volcó en ella su propia ideología personal que fue muy personal, evolutiva y, en todo momento, muy norteamericana, por esto a veces se le acusó a la serie de ser un claro instrumento de propaganda política. Pero fue tal el éxito de esta serie y tan prolongado en el tiempo que traspasó las páginas de los tebeos y fue llevada a programas de radio, a la televisión y a la literatura, estimándose en unos treinta millones de norteamericanos los seguidores de la serie; ¡todo un grandísimo éxito mediático y popular, vamos! Caniff continuó con esta serie hasta meses antes de su muerte, publicándose el último número después ella, pues su fallecimiento se produce el 4 de abril de 1988.

Pat Rayn (Terry y los Piratas).

Pat Rayn (Terry y los Piratas).

Steve Canyon en España se convirtió, por arte de magia de birlí-birloque, en Luis Ciclón y se publicó en el año 1951 en la revista S.O.S. de la Editorial Valenciana. El mismo año del fallecimiento de nuestro ilustrador, la Editorial Eseuve publicará en España, ahora ya, la colección completa en 29 cuadernillos de 64 páginas cada uno, pero manteniendo una mayor fidelidad con las tiras de prensa diarias, tal y como las concibió Milton Caniff: de lunes a sábado (daily strips) en blanco y negro, y el color de la página completa del suplemento dominical (sunday strips), y empezando por mantener el nombre original de la serie: Steve Canyon. De esta serie nuestro admirado Javier Coma (singular y destacado sabios hispano de los tebeos) dirá de manera magistral y exteriorizando su sincera admiración personal que “Steve Canyon, por su ininterrumpida continuidad argumental, es una nueva Guerra y Paz del siglo XX, alimentada por más de cuarenta años de la vida de un gran artista e intelectual…”.  

Miss Lace (¡Vaya chicas!).

Miss Lace (¡Vaya chicas!).

El Rembrandt de los cómics, así era conocido Milton Caniff, de forma admirativa y respetuosa, por compañeros de oficio, críticos, aficionados o buenos entendidos en general. Tal vez a algunos os aparecerá un título algo exagerado y rimbombante, y seguro que tendréis razón; no deseamos, como incondicional admirador, pecar de desmesura. Pero de lo que ningún buen aficionado a los tebeos dudará nunca es de que nuestro ilustrador forma parte, de forma segura, del póker de ases de la bajara de los mejores ilustradores estadounidenses de todos los tiempos (en mi modesta opinión, junto a Harold Foster, Alex Raymond y Will Eisner). Este duende cree que sus recursos gráficos eran novedosos, únicos y maravillosos. Su estilo gráfico era limpio y de esplendor visual impactante, muy preciso y expresivo, sus juegos de luces, con el blanco y negro, inmejorables, como los del gran Eisner, sus escorzos y composición de viñetas espectaculares, todo ello acompañado de una asombrosa lucidez de magníficos guiones. Pero ese grafismo tan personal suyo no buscaba el realismo académico y perfecto en sus figurines, como por ejemplo se podía observar en las viñetas de Harold Foster o Alex Raymond, sino que estaba mucha más cerca del estilo de  Will Eisner: era un grafismo basado en el más puro concepto de la exageración caricaturesca de los personajes y un naturalismo de situaciones y escenas. Y esto a pesar de que, en muchas ocasiones, se apoyaba en figuras reales para el estudio de sus escorzos y personajes. Así, muchos de los rostros de sus series eran reconocidos inmediatamente por sus lectores pues eran actrices o actores del cine o las series televisivas más populares de la época o eran otras celebridades muy populares y mediáticas. Por ejemplo, algunos de sus modelos fueron: para Burma, Jean Harlow y Alicia Quigley; para Lady Dragón, Nedra Harrison; para Pat Ryan, Horace Davis; para Steve Canyon, Dean Fredericks (actor protagonista de esta serie en televisión); o para miss Copper Calhoun, Carol Ohmat (Miss Utah de 1946). Vamos, que nuestro ilustrador se lo trabaja a consciencia y con gran intensidad, y así durante más de cincuenta años, con el convencimiento personal, avalado por los resultados, de que su buen hacer ayudaba sobremanera a la venta de los periódicos que publicaban sus tiras. Su obra gráfica, indudablemente, fue uno de los claros referentes destacados para otros coetáneos de profesión o entre muchos de los futuros ilustradores profesionales. Por ejemplo, y por nombrar a algunos claramente influenciados por el estilo Caniff, nuestros Jesús Blasco o el magnífico Rubén Pellejero,  o, otro que tal, el muy querido e idolatrado Hugo Pratt. Y, por supuesto, luego están los muchos premios personales con los que fue reconocido en vida: destacando ente ellos, el de la National Cartoonist Society en 1946, de la que es uno de sus fundadores; el Premio Reuben (el equivalente en los tebeos a los Oscar de cine), en 1971; o el gran honor de figurar entre los miembros del Will Eisner Award Hall of Fame, desde 1988.

Viñetas Terry y los Piratas.

Viñetas Terry y los Piratas.

Cuando este duende retoma estos viejos tebeos (en sus nuevas ediciones, claro), con sus sencillos patrones narrativos y sus increíbles aventuras pueriles, se da cuenta de lo muchiiiiiiiisimo que ha cambiado la vida de los chavales en un par de generaciones. Aunque a alguno de los chicos de hoy día les cueste creer, no hace tanto, anteayer, los tebeos eran la única distracción accesible para la mayoría de la chavalería, y también para los no tan chicos. No había, desde luego, tele, ni cónsolas, ni tablets ni nada por el estilo, si acaso el cine, y sólo algunos fines de semana, no todos. Pero los chicos de hoy día, ay, antes saben lo que es un profiláctico que un preámbulo. A este duende le parece que el “sistema”  (la sociedad, o lo que cada cual quiera entender, vamos) parece que les quiere acortar la infancia, que se hagan adultos rápidamente, sin pérdida de tiempo, para inducirlos a desear, comprar, consumir, comparar y, en suma, ambicionar, las más de las veces de forma desmedida e irracional. Pero esto no era así en tiempos de vuestros padres o, mucho menos, de vuestros abuelos, épocas más sosegadas pero a su vez más duras y con escaso o nulo, Estado del Bienestar. Por esto es difícil entender hoy, en su justa medida, por los chicos y adolescentes, aquella ansiedad infantil que suponía la llegada del tebeo semanal o la frenética persecución de la tira diaria de prensa, y tampoco se comprende muy bien la sana y sencilla felicidad que se obtenía con aquellos deseados tebeos. Con los tebeos se puede decir que muchos aprendimos a leer y, sobre todo, a soñar, a despertar y ejercitar vuestra innata imaginación humana (y de duendes). Que sí, que eran aventuras pueriles y sencillas, pero llenas de valores deseables de inculcar en las mentes infantiles como el honor, la amistad, la honestidad, el valor y, claro, con tanta variedad y cantidad, también se colaban otros conceptos no tan deseables como el patriotismo manipulador,  unas visiones monoenfocadas e instrumentalizadas del bien y el mal o la violencia incontrolada como acción para amedrentar y subyugar. Pero estas últimas cualidades negativas eran patrimonio de “los malos”, esos bribones y canallas a los que siempre se vencía y derrotaba de forma ineludible, eran derrotados por el Bien y la Justicia de la causa defendida por nuestros infantiles héroes de papel. Vamos, que a los chavales de esa edad tampoco se le iba a entrar con metafísicas, ¿no?

Steven Canyon.

Steven Canyon.

Bueno, para despedirnos hoy, este duende amigo os quiere proponer un ejercicio personal que será una especie de ritual iniciático para los recién llegados al mundo de los tebeos o un ejercicio de relajación para los avezados aficionados. Ahí va. Lo primero, haceros con algún tomo de las aventuras de Terry y los Piratas; por ejemplo, alguno de los publicados por la Editorial Norma y que todavía están accesibles en Internet. Segundo, buscaros un sillón cómodo en vuestro salón, cerca de una luz agradable. Tercero, poneros de fondo alguna música suave, a baja voz, por ejemplo algo de buen Jazz Clásico: Oscar Peterson, Thelonious Monk o Bill Evans servirán perfectamente. Y ya, ¡sumergiros en la lectura de estas aventuras únicas! Leer con tranquilidad, sin prisas, observando los detalles de las viñetas, su composición, los gestos de los rostros, la acción, y siempre participando con los personajes en sus líos, peleas y odiseas sin fin. ¡Para mí, siempre, un placer reparador e irrenunciable! Seguro estoy que, tras una hora u hora y media de lectura, se habrá ganado otro nuevo aficionado a los buenos tebeos o, en cualquier casos, se podrá entender mucho mejor y con más directo conocimiento de causa aquellas ansias infantiles mencionadas o por qué vuestros padres y abuelos tenía al quiosco del barrio como el más querido y venerado templo del saber humano y nave de transporte de las más intrépidas aventuras humanas que soñar podían.

 

“Compartir con un niño lo que alguna vez nos deleitó; ver que el deleite del niño se suma al nuestro, ¡eso es felicidad!”  Creo que de, John Boynton Priestley, novelista inglés (1894-1984).

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