LA TARJETA POSTAL: LONDRES. La última Metrópolis.

Hola a todos.

Hoy, nuestras tarjetas postales nos llevaran a dar un pequeño paseo por una de las ciudades más cosmopolitas y bellas del mundo.

LA TARJETA POSTAL: LONDRES. La última Metrópolis.

«No encuentras a nadie, sobre todo a ningún intelectual, que esté dispuesto a abandonar Londres. No, señor, cuando un hombre está cansado de Londres, está cansado de la vida; en Londres está todo lo que la vida puede ofrecer  Samuel Johnson, escritor inglés (1701-1784).

 

James Tissot: Turistas de Londres.

James Tissot: Turistas de Londres.

La actual ciudad de Londres está formada por el núcleo original de La City más 32 municipios más. Esto se considera como el Gran Londres (the Greater London). Pero además de esta aglomeración urbana existe un área circundante que es conocida como la Región Metropolitana de Londres (The London Metropolitan Region). Esta región tendrá un diámetro aproximado de unos 120 kilómetros y está formada por numerosos y populosos condados históricos del sureste de Inglaterra. La altitud media de la ciudad está en torno a los 24 metros sobre el nivel del mar. En el censo del año 2013, el Gran Londres tenía una población aproximada de 8.300.000 habitantes, mientras que su área metropolitana alcanzaba los 15.000.000 de habitantes, siendo el área urbana más grande de Europa. Su clima es templado oceánico. Es decir, inviernos fríos y veranos templados, además de fuertes niveles de lluvias. Las temperaturas medias de invierno estarían entre -4ºc y 14ºc y en verano entre 20ºc y 24º c, aunque las extremas temperaturas registradas son 38º en verano y -16ºc en invierno. En sus inviernos suele nevar unas cuatro o cinco veces entre los meses de diciembre y febrero. En cuanto a sus niveles de lluvia, pese a su fama de ciudad lluviosa, en Londres llueve una media de 592 mm anuales (por ejemplo, en Madrid, 421 mm; en Roma, 834 mm; en Burdeos, 923 mm.). Y, sobre todo las cosas benefactoras, hay que destacar que disfruta del enorme privilegio (porque no se puede llamar de otra forma) que le proporciona su estratégica situación en las frescas riberas del navegable y enriquecedor río Támesis, que hoy divide a la gran urbe en dos mitades, norte y sur. Bueno, con todo lo dicho se puede comprobar que es una ciudad que ofrece una muy buena calidad de habitabilidad medioambiental para los humanos (y para los duendes; que luego me riñen mis primos de allí por la descortés omisión).

Torre de Londres.

Torre de Londres.

Una historia telegráfica y sucinta. No existen vestigios arqueológicos que nos confirmes la existencia de algún poblado de britanos anterior al asentamiento romano, por esto se considera la fundación, en el año 44 d.c., en la margen izquierda y norte del río, de la base romana de Londinium como el nacimiento de la ciudad (en su apogeo, allá por el siglo II d.c., Londinium alcanzaría los 60.000 habitantes). Esta primera urbanización romana sería el epicentro de la actual ciudad, la City de Londres. Y esta City, a su vez, se considera el centro de toda la zona urbana del Gran Londres. Este primer asentamiento romano sufriría ataques y saqueos por parte de las tribus autóctonas que fundarían, un poco más al noroeste (hacia el actual Covent Garden), la ciudad de Lundenwic. En el siglo IX se producen las incursiones vikingas que obligan a los anglosajones a volver al refugio de las antiguas murallas romanas de Londinium, vamos que se regresa al asentamiento que se sitúa en la actual zona de la City. En el siglo X nace el Reino de Inglaterra y un siglo más tarde los reyes anglosajones construyen la primera Abadía de Westminster. En 1066, Guillermo, duque de Normandía,  se proclaman rey Inglaterra, iniciando una nueva dinastía normanda y desplazando a los anglosajones. Pronto la ciudad de Londres empezó a transformarse, siendo de las primeras intervenciones la construcción del recinto fortificado de la Torre de Londres. En 1097, se construiría el Salón de Westminster que será el núcleo embrionario del futuro Palacio de Westminster. Hacia el siglo XIV Londres ya alcanzaría la cifra de los 100.000 habitantes, pero ahora iba a sufrir otra de sus más dramáticas pruebas: La Peste Negra. Esta epidemia acabó con un tercio de su población.

Palacio Real de Backingham.

Palacio Real de Backingham.

En el siglo XVI, con Enrique VIII (al cual, si hubiera que añadirle un apelativo, como es costumbre entre la realeza, sin duda sería conocido como Enrique VIII el Voluptuoso), Inglaterra sufrió la Reforma Tudor que la llevo del catolicismo al Anglicanismo. Muchas de las propiedades de la Iglesia católica, por expropiación forzosa, pasaron a manos privadas. Fue una época de gran auge comercial que convirtió a Londres en el mayor puerto comercial del Mar del Norte. Como consecuencia de esta prosperidad, hacia comienzos del siglo XVII, la población de la capital alcanzó los 225.000 habitantes. Pero, de nuevo, en este siglo XVII, Londres sufrirá varias epidemias y catástrofes varias: en 1665, una epidemia de peste, La Gran plaga de Londres, acabó con 1/5 de toda su población (se estima que unos 100.000 habitantes fallecieron). Un año después, padeció el Gran Incendio de Londres, que se inició en la City y se propagó rápidamente por aquellos propicios edificios de madera, acabando con gran parte del centro urbano. Pero esta ciudad es indestructible y sus ciudadanos muy tenaces y constantes, cosas estas que han demostrados en multitud de ocasiones, además también son muy laboriosos y saben trabajar muy bien en equipo. Así, impulsada por el tenaz carácter de sus ciudadanos y por la inercia de su laboriosidad, la ciudad se recuperó muy pronto de todas esas difíciles pruebas y a principios del siglo XVIII ya se levanta la impresionante catedral de San Pablo (St. Paul), obra del arquitecto Christopher Wren (1632-1723). En 1762, el rey Jorge III compra la Casa de Buckingham, que con el tiempo se transformaría en el majestuoso Palacio de la Familia Real. En este siglo XVIII, Londres se embellecía con el barroco y el rococó, gracias al comercio y a unas clases aristocráticas floreciente y enriquecida. Pero no todo era de color de rosa en aquel Londres del viejo orden. Por esta época existía una explotación del ser humano metódica y despiadada: el 74% de los niños morían antes de cumplir los cinco años, por ejemplo. A este siglo se le conoce en toda Europa como el siglo de las luces y, claro, también fueron muchas las luces de Londres: la alfabetización y la imprenta no paró de avanzar y desarrollarse entre un número cada vez mayor de sus ciudadanos.

Muy londinense: Piccadilly Circus.

Muy londinense: Piccadilly Circus.

La ciudad de Londres fue la mayor ciudad del mundo entre 1831 y 1925. Y esto fue debido a la prospera época del Imperio Británico (en su mayor parte, es la conocida como Era Victoriana -1837/1901-), el mayor y el rico imperio que ha conocido la humanidad. Todavía la ciudad tuvo que sufrir varias epidemias de cólera: la de 1848, que causo unas 14.000 víctimas y, de nuevo, el cólera de 1866, que cosechó unas 6.000 víctimas. En 1908, Londres acogió, con gran éxito y brillantez, sus primero Juego Olímpicos. Pero, a toda época de vacas gordas le llega su época de vacas flacas y éstas llegaron en las dos sucesivas y trágicas guerras mundiales del siglo XX que padeció el Imperio Británico. Sobre todo, durante la Segunda Guerra Mundial, en la cual se sometió a la ciudad a los terribles bombardeos de la despiadada Luftwaffe alemana; gran parte de la ciudad quedó destruida y las víctimas se estimaron en unos 30.000 londinenses. Para salvar a los niños de este imprevisible (aunque controlado) infierno, el gobierno inglés puso en marcha un programa de evacuación que distribuyó a todos esos pequeños por toda la campiña del Reino Unido en busca de una mayor seguridad (cosa que se consiguió, para alegría de todos y especialmente de mis queridos primos, los duendes de la bella Ávalon). Nada más finalizada la Segunda Guerra Mundial, a modo de un arrebato de dignidad patria, Londres albergó sus segundos Juegos Olímpicos. Aún en el año 1952 la ciudad sufrió otra tragedia: La Gran Niebla. Ésta fue más densa de lo habitual en la ciudad y estaba contaminada con azufre, lo que causo unas 12.000 víctimas.

Transporte Urbano.

Transporte Urbano.

Pero después de la Segunda Guerra Mundial Londres iba a sufrir una gran transformación. Su imperio de ultramar empezó a disgregarse y la ciudad empezó a recoger a una gran población de emigrantes de todos esos nuevos países independientes. Así, Londres se pobló de expatriado de la India, Pakistán, Bangladés o Jamaica, por mencionar sólo a algunos. Hoy día la ciudad, junto con Nueva York, se sigue considerando como una de las más cosmopolitas del mundo. En 1965, ya era más que manifiesto que la ciudad se había convertido en the Greater London, con lo que se fundó su órgano de administración propio: El consejo del Gran Londres. En 1980 Londres ya era una de las más modernas y bellas ciudades del mundo, además de haberse convertido en un referente mundial como centro de comercio y finanzas. En 1986, se abolió la institución del Consejo del Gran Londres para proceder a su modernización y mejora que se produce en el año 2000 con la creación de La Autoridad del Gran Londres. En el 2005 la ciudad padeció la cobarde violencia terrorista con los atentados que se produjeron en el Metro y en las líneas de autobús y que tuvieron como consecuencia cincuenta y seis muertos y más de setecientos heridos. Pero, como no podía ser de otra manera, la metrópolis se volvió a levantar  con su característico orgullo y gallardía y así organizó sus terceros juegos olímpicos en el año 2012, habiendo sido uno de los juegos más exitosos y brillantes de toda la historia olímpica.

The Guild Hall (Ayuntamiento).

The Guild Hall (Ayuntamiento).

El Imperio Inglés, como hemos dicho ya, ha sido el mayor, más conectado y más rico imperio conocido por la humanidad. A principios del siglo XX la Gran Bretaña dominaba el 20% de la superficie terrestre, el 23% de la población mundial y sus riquezas de ultramar multiplicaban enormemente la de cualquier otro país desarrollado. Con estos condicionantes, Londres ciertamente era una auténtica Metrópolis.  Como capital de este último imperio,  a ella se dirigían todas las riquezas, las finanzas y el comercio de toda aquella inmensa globalidad administrada. Aunque a todo imperialista le gustará decir que ellos propagan la civilización allí donde van, esto es sólo una verdad a medias. Toda empresa imperialista es, fundamentalmente, una empresa comercial. De lo que se trata siempre nunca es de prioridades humanísticas para modernizar un país o mejorar la vida de los autóctonos del lugar (esto suele ocurrir únicamente por inercia de la propia actividad comercial), sino de explotar sistemáticamente sus riquezas, la mano de obra barata o de realizar expolios de todo tipo, más o menos disimulados, a favor de la metrópolis imperial. Y los ingleses, como tantos otros imperios predecesores (incluidos nosotros los españoles), no fueron distintos.

The National Gallery.

The National Gallery.

Durante toda la época victoriana y como producto de este rápido enriquecimiento imperialista, la ciudad de Londres, y toda Inglaterra en general, se modernizaron y embellecieron: líneas de ferrocarril, tranvías metropolitanos, grandes edificios públicos espectaculares (y éstos en todos los estilos: estilo gótico vertical, neo-clásico, neo-romántico, modernismo, etc.), museos, teatros, etc. Vamos, que así, con este enorme flujo de riquezas, cualquiera, ¿verdad? Sí, Londres sigue siendo hoy día una de las ciudades más hermosas y acicaladas del mundo, aunque sea en gran parte producto y consecuencia de las riquezas conseguidas por un metódico y pragmático imperialismo que ha tenido como consecuencia directa el retraso social y de progreso civil de otros muchos países del resto de continentes. Pero, eso sí, los ingleses siempre han sabido hacer bien las cosas: todavía siguen manteniendo buenas relaciones con algunos sus liberados súbditos a través de una especie de entente amigable que se escenifica en un reconocimiento nominal de un común Jefe de Estado en la figura de la actual reina de Gran Bretaña, la Reina Isabel II. Se trata de la conocida Comunidad de países de la Commonwealth (básicamente, asociación o mancomunidad libre de estados independientes con lengua inglesa y que se apoyan y asesoran en asuntos de interés común).

Catedral de St. Paul desde el río.

Catedral de St. Paul desde el río.

El moderno Londres actual es un enorme damero urbanístico repleto de hermosos y singulares edificios en casi todos los estilos, salpicado de enormes y frescos espacios verdes, y surcado por amplias y concurridas avenidas muy comerciales y luminosas. Su exploración y reconocimiento requerirá del ocasional turista algún tiempo y paciencia. Son tantos y tan destacados los lugares a visitar que su sola enumeración convertiría a esta entrada en una voluminosa guía turística. Lo mejor es que el turista se sitúe en el espacio urbano de la original City, que haga de este enclave central su punto base, y que se disponga un día a explorar hacia el oeste, otro al norte, al este y, por último (o en primer lugar, el orden no cambia el producto en este caso), atravesando el caudaloso Támesis, el sur de la ciudad. Cada una de estas salidas le garantiza el descubrimiento de singulares paisajes urbanos, de avenidas luminosas y frondosos parques, monumental arquitectura, hermosos monumentos y, en suma, de cientos de bella y asombrosas fotografías para recordar de forma imborrable a esta maravillosa ciudad. Londres nunca defrauda porque, no lo olvidemos, esta gran ciudad recoge en su rico y amplio casco urbano la historia viva de un enorme imperio y una gran nación. Pero, claro, aquí no acaba la cosa. Si deseamos realizar desde el mismo Londres excursiones algo más alejadas, hacia su periferia y a otros condados cercanos, también será un sin fin de descubrimiento placenteros y de hermosas estampas turísticas. Podríamos visitar las hermosas ciudades universitarias de Oxford y Cambridge (que, como diría, nuestro admirado escritor Javier Marías, parecen “conservadas en formol”), las asombrosas ciudades de Brighton, Canterbury, Winchester o Rochester, o la cercana campiña inglesa repleta de villas y palacios señoriales. En fin, que ciertamente nos dejamos muchos lugares hermosos por nombrar pero os pedimos disculpas y comprensión porque, por encima de todo, no queremos cansar. Que se canse, a su antojo o resistencia, paseando la ciudad y su entorno, el aventurero turista, ¿no?

Teatros de Londres.

Teatros de Londres.

Y luego tenemos la exquisita, múltiple y asombrosa oferta cultural. Como dijimos al principio en la recordada frase de de Samuel Johnson, en Londres un intelectual (o simplemente cualquier alma curiosa), encontrará todo lo deseable para su placentero enriquecimiento personal. Tal vez sea en estas parcelas, la museística y cultural, donde más se aprecia esa diversidad de ciudad cosmopolita y Metrópolis Imperial. De los expolios de aquella época victoriana se nutrieron de forma singular y única todos los museos y sociedades culturales del Gran Londres. Pero esto es agua pasada, perdón por la reiteración. Lo cierto es que sus museos, pinacotecas, bibliotecas y sociedades científicas y culturales nos ofrecen singularidades y bellezas artísticas como en ningún otro lugar del mundo podremos encontrar. Para descubrir y disfrutar de este Londres lleno de multitud de ofertas culturales también necesitaremos algún tiempo y una buena cantidad de paciente curiosidad. Pues ya no se trata únicamente de la oferta cultural estática mencionada, sino también de su variada oferta cultural programada: auditorios, teatros, ballets, exposiciones, conciertos y otros muchos actos públicos de interés son la tónica ininterrumpida del año cultural de la ciudad. En fin, que este manifiesto amor por el arte y la cultura es lo menos que se puede esperar de la ciudad de los William Shakespeare y su The Globe theatre, de Georg Händel, Lord Byron, Mary Shelley, Charles Dickens, Sherlock Holmes (bueno, Sir Arthur Conan Doyle), George Orwell,  los sagaces Blake y Mortimer o Eric Clapton, por nombrar, a bote pronto, a algunos  de sus muy ilustres ciudadanos.           

Centro de Londres.

Centro de Londres.

Bueno, una vez conocido un poco la ciudad, su historia y sus envidiadas riquezas, podemos hacernos una idea del carácter del londinense en particular y del inglés en general: son iguales en lo básico a cualquier humano de cualquiera otra parte del mundo. Aunque es proverbial su característica flema inglesa, su rigurosa puntualidad o su seca seriedad (hay quien dice que con un chiste inglés sólo se ríen… ¡las hienas! Ojo, yo no estoy de acuerdo. Siempre recordaré con cariño y agradecimiento los buenos momentos y las risas que les debo a Benny Hill, a Mr. Bean, a los Monty Python o a los inolvidable George y Mildred, Los Roper). También es cierto que al auténtico gentleman inglés les gusta lo que a todos nos agrada: la elegancia de un porte noble, algún adorno personal que destaque (pero sin rayar lo ostentoso), la buena música, el baile, las cervezas en buena compañía, que gane nuestro equipo de futbol (algo muy inglés; aunque aquí, en muchas ocasiones, el educado señor inglés se nos transforma en voceros y descontrolados hooligans) o que nos amen hermosas muchachas; todo muy normal. Pero no nos olvidemos nunca que su particular carácter patrio también se ha forjado en una historia de sucesivos desastres, pruebas de valor, dolor y muerte, y que este pueblo siempre las ha superado con entereza, valentía y fe en sus creencias.

Gibraltar español.

Gibraltar español.

En fin, que un inglés es un tipo de lo más normal y simpático. Buena gente en general, que por el honor de su Union Jack o por un quítame allá unas pajas y con seis, ocho o diez cervezas entre pecho y espalda, es capaz de partirse la cara con el mejor pintado (y de esto da fe todos y cada uno de los alegres veranos de la divertida villa de Benidorm en el soleado levante español que, como bien saben ellos, es un autentico paraíso terrenal lleno de diversión a raudales, bellas y esculturales chicas, refrescantes bebidas a “barra libre”, comercios que encandilan al rey Midas y música, bailes y pachangas ininterrumpidos… Ah, sí, perdón, también están las playas). Y su carácter, el carácter inglés de gente laboriosa y honrada, creo sinceramente que se refleja en su bella y acicalada capital; tan hermosa y admirada hoy como le deseamos que sigua siéndolo en los prometedores y futuristas venideros siglos. Vamos que, sin pretender parecer para nada presuntuoso, permitirme decir que sinceramente pienso que el paseo que os ofrezco por el viejo Londres con esta selección de postales es muy hermoso. Ahora bien, igualmente me vais a permitir, como duende español y con todo mi respeto y cariño pero con la mayor de las franquezas (todas estas características propias de los de mi especie duendil), el dejar una cosa muy clara antes de terminar: escuchar con atención majestades y príncipes, miladys, milores, gentlemen u hooligans… ¡Gibraltar es nuestro!

 

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