Hola a todos.
Hoy tocaremos una maravillosa novela que nos hará reflexionar sobre la Intelectualidad y el Humanismo (con mayúscula).
MIS LECTURAS: SOSTIENE PEREIRA. Antonio Tabucchi (1943-2012).
«La filosofía parece ocuparse sólo de la verdad, pero quizá no diga más que fantasías, y la literatura parece ocuparse sólo de fantasías, pero quizá diga la verdad”. Sostiene Pereira que dijo.

Señor Pereira.
Su Obra más significativa:
- Piazza d’Italia (1975).
- Nocturno Hindú (1984, Premio de novela Médicis Étranger).
- La línea del horizonte (1986).
- Réquiem: una alucinación (1992).
- SOSTIENE PEREIRA (1994, Premio de novela Campiello).
- El ángel negro (1998).
- Se está haciendo cada vez más tarde (2001).
- El tiempo envejece deprisa (2009).
Obras de teatro:
- Gil Zingari e il Rinascimento (1999).
- Ena poukamiso gemato likedes (1999).
- Autobiografie altrui. Poetiche a posteriori (2003).

Cartel película.
La novela que hoy tratamos fue llevada al cine, con el mismo título de la novela, en una magnífica coproducción de Italia-Francia-Portugal, del año 1996. Dirigida por Roberto Faenza (1943- ) y protagonizada extraordinariamente por uno de los grandes actores del cine de todos los tiempos: Marcelo Mastroianni (1924-1996), y que se convirtió en una de sus últimas interpretaciones. También participaron en la película otros grandes actores como Joaquim de Almeida, Daniel Auteuil o Stefano Dionisi. Creo que es una muy buena obra que pondrá acertadas imágenes a nuestra presente lectura, que nos gustará y entretendrá de manera grata y aleccionadora. Pero primero leer la novela y después ver la película, por ese orden creo que no defraudan ni la una ni la otra. Os la recomiendo sinceramente. También se ha llevado esta novela al teatro con la interpretación del actor Paolo Ferrari (1929- ). Aunque no deseo abusar y yo no la he visto, os diré que otra obra suya ha sido llevada al cine con gran éxito y reconocimiento: Nocturno Hindú, año 1989, dirigida por Alain Corneau (1943-2010) e interpretada por Jean-Hugues Anglade y Clémentine Célarié. Bueno, pues eso, más materia para el intelecto.

Antonio Tabucchi.
Breve biografía, sacada de la red. Antonio Tabucchi nació un 24 de septiembre de 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, en la ciudad de Pisa, Toscana. Era hijo único de un vendedor de caballos, y creció en la casa de sus abuelos maternos, en la ciudad de Vecchiano, muy cerca de Pisa. Estudio estudios superiores en la Universidad de Pisa. Durante estos años universitarios viajó por Europa. Se cuenta que, estando en París, en la estación de Lyon, se encontró en un banco un libro de poesía titulado Tabacaria firmado por un tal Álvaro de Campos, que a la postre resultó ser uno de los varios heterónimos (nombre falso con el que se cubre el verdadero autor por motivos personales varios) del poeta y escritor portugués Fernando Pessoa (1888-1935). Desde este momento, nuestro novelista de hoy, supo que había encontrado materia de estudio y trabajo para sus próximos veinte años. Conocerá Lisboa y ya no abandonará nunca su amor por esta ciudad. Realizará su doctorado apoyado en un trabajo sobre el Surrealismo en Portugal y realizará cursos de perfeccionamiento sobre la lengua portuguesa y su literatura.

Tabucchi y su esposa, María José de Lancastre.
En 1973 ya es profesor de lengua y literatura portuguesa en la universidad de Bolonia. En 1978 se traslada de profesor a la universidad de Génova. Durante los años 1985 y 1987, será Director del Instituto Italiano de Cultura de Lisboa. Antonio Tabucchi se casó en 1970 con la lisboeta María José de Lancastre, estudiosa como él y que fue su complemento perfecto, tanto en la vida como en el trabajo (uy, disculpar esta paradoja. El trabajo es vida. Pero ya me habéis entendido, ¿no?). Su esposa le ayudó a traducir al italiano y al francés y a divulgar las sucesivas ediciones de la anárquica, disgregada y desconocida obra de Fernando Pessoa. De este matrimonio nacieron dos hijos: Miguel y María Teresa. Su último destino docente fue la universidad de Siena. Durante muchos años de su vida pasó medio año en Lisboa y el otro medio en Siena dedicado a su actividad docente. En el año 2004 obtuvo la nacionalidad portuguesa. Nuestro escritor fue uno de los miembros fundadores del ex Parlamento Internacional de Escritores (PIE), creado en 1992 para ayudar a autores bajo amenaza terrorista, estimaba que «la democracia no se da por sentada». «Hay que vigilarla y hay que permanecer vigilante». Los últimos años de su vida los dedicó a luchar intelectualmente contra Silvio Beslusconi, il Cavaliere, al que él consideraba un político deleznable y venal, hipócrita y neoconservador. Tabucchi falleció un 25 de marzo del 2012, con 68 años, en Lisboa y a consecuencia de un cáncer. Su obra se ha traducido a cuarenta idiomas y ha recibido premios y reconocimientos intelectuales por toda su extensa producción. En España, en el año 2004, obtuvo el Premio Cerecedo de periodismo.

Portada de la novela.
La novela que hoy recomendamos es Sostiene Pereira. Una declaración, en edición de 1999 de la editorial Anagrama y traducción de Carlos Gumpert y Xavier González Rovira. Estamos en la ciudad de Lisboa, en el año 1938, en el Portugal del dictador Antonio de Oliveira Salazar (1889-1970), lo que se conoció como el Estado Novo o Época del Salazarismo, y que se traduce en un régimen nacionalista y conservador de tintes fascistas y con una fuerte e intransigente gobernanza sustentada en un agobiante control social y una brutal represión policial, llevada a cabo por la despiadada y expeditiva PIDE (téngase en cuenta que al mismo tiempo la vecina España se desmorona y desangra en una fratricida guerra civil y Europa camina con paso firme a otra guerra de mayores y más dramáticas proporciones). Nuestro Pereira es un personaje gris, infeliz, enfermo del corazón, viudo y solitario (que lleva varios años hablándole al retrato de su esposa), intelectual maduro y tranquilo periodista de la sección cultural de un pequeño periódico vespertino de la capital: El Lisboa. Por las circunstancias se ve inducido a contratar a un joven ayudante para la redacción de sus entregas semanales, el joven Francesco Monteiro Rossi, y esta asociación de trabajo será el eje argumental de la novela. Esta relación entre nuestro maduro intelectual y el joven pupilo le servirá al escritor para hacernos reflexionar sobre el verdadero sentido y significado del intelectual como persona en las sociedades actuales. Pues, ¿qué es un intelectual?, ¿basta con que uno se preocupe por acumular la mayor cultura posible?, ¿consiste en ser sencillamente una persona que pueda alardear de su tremenda y vasta erudición personal, aunque ésta sea del tamaño de la Enciclopedia Británica o la del propio Jorge Luis Borges? Creo que todos estaremos de acuerdo en que esto no es así. Ser un intelectual, un verdadero intelectual valioso y comprometido con la vida, es algo más, mucho más notable y humano que la simple erudición académica. Pero, lamentablemente, a lo largo de la historia hay casos que parecen contradecir una respuesta clara y precisa a estas cuestiones. Por lo que uno, este duende, termina por pensar que dentro de la intelectualidad histórica también existen eruditos de varios niveles. Permitirme aclararme.

Relaciones viciadas o la Intelectualidad y el horror.
El día 19 de mayo de 1976, casi dos meses después del golpe militar, se celebró en el palacio de gobernación de Buenos Aires, La Casa Rosada, un almuerzo al que el Teniente General y Presidente de la República Argentina, Jorge Rafael Videla (1925-2013) había invitado a su mesa a Ernesto Sabato (1911-2011), Jorge Luis Borges (1899-1986), Horacio E. Ratti (Presidente de la Sociedad de Escritores Argentinos) y el padre Leonardo Castellani (1899-1981). Según palabras del propio Sabato, el almuerzo transcurrió, como no podía ser de otra manera, de forma cordial, con maneras educadas, comprensión y respeto mutuo, entre ricas y variadas viandas. Se habló primero de temas amplios y generales para, según Sabato, terminar interesándose por algunos desaparecidos y entregándole una pequeña lista de unos once de ellos. Más tarde, el propio general Videla negó esta segunda parte de la conversación para reconocer que únicamente el padre Castellani se había interesado por un desaparecido, su amigo personal Haroldo Conti (que, claro, sigue desaparecido hoy día) y que Sabato y Borges sólo se interesaron por una nueva Comisión de Censura para la televisión. Al salir de tan amena comida, los medios entrevistaron a Sabato que manifestó: “el general me ha producido una excelente impresión. Es un hombre culto, modesto e inteligente. En fin, que me ha impresionado gratamente su amplitud de criterio y su modestia”. Nunca, de ningún otro momento, creo, se habrán arrepentido tanto ni tan intensamente Sabato y Borges que por el hecho de haber acudido a esta inoportuna comida ni, especialmente Sabato, habrá renegado jamás tan dolorosamente de otras palabras suyas como de las que pronunció ante la prensa como colofón de este denigrante almuerzo.

Pereira y el despertar de la conciencia social.
Sí, no se extrañen, por favor. Estamos hablando del singular teniente general Videla. El que fue un instrumento valiosísimo y de primera fila en lo que se conoció como Operanción Condor y que afectó a todo el cono sur de Latinoamérica. Operación que gestó brutales golpes de estado y sanguinarias dictaduras militares entre los años 1970-1980 y que tenía por misión principal “limpiar” a todos esos indeseables y peligrosos izquierdistas de Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay o Bolivia. Operación de limpieza que, según parece y así figura en la red y enciclopedias, fue ideada por el político norteamericano Henry Kissinger (1923- ), Premio Nobel de la Paz del año 1973 (en opinión de este duende, vergonzosa y persistente contradicción humana que sigue llenando de descrédito humanístico a este prestigioso premio), y ejecutada con el inestimable apoyo de la policía del Imperio, la efectiva y omnipresente CIA. La Operación Cóndor, sólo en Argentina, supuso, desde el golpe de estado que derrocó a Isabel Perón, el 24 de marzo de 1976, hasta la salida de la presidencia del señor Videla (1981; cinco años, periodo límite de Presidencia establecido por la Junta Militar), en la etapa conocida como Proceso de Reorganización Nacional, la desaparición de más de 30.000 almas, obreros, jóvenes estudiantes, profesores e intelectuales en general que fueron arrancados de sus familias y de la vida de forma fulminante y violenta, supuso la existencia y organización de 340 centro clandestinos de detección y tortura, supuso la organización metódica y sistemática de los terrible vuelos de la muerte (se arrojaba al océano a opositores políticos, previamente sedados – no por mínima humanidad, claro, sino por facilidad de manejo-, desde aviones militares para hacer desaparecer sus cuerpos) o se secuestraba a niños recién nacidos para luego hacer desaparecer a sus madres. Es difícil imaginar una estrategia criminal más inhumana, degradante, horrorosa y una mayor sanguinaria política dictatorial. Nunca Latinoamérica había conocido épocas de tan despiadado y sistemático terrorismo de estado como en aquella ominosa década. Más tarde, en 1983, con la llegada de la democracia a Argentina, en la figura del socialista Raúl Alfonsín, el teniente general Videla fue juzgado y condenado a cadena perpetua por Crímenes de Lesa Humanidad, a inhabilitación absoluta perpetua y, en 1985, fue destituido de todos sus grados militares. Aunque tuvo periodos de amnistía varios, también tuvo condenas varias, lo que propició que su muerte, el 17 de mayo del 2013, lo encontrará ingresado en el complejo penal de Marcos Paz, provincia de Buenos Aires (paradójico apellido de presidio para tan criminal personaje). En fin, que Ernesto Sabato fue un indiscutido intelectual, vale, pero amigos, hay que reconocer que tenía muy mal ojo para elegir y juzgar a sus compañías de mesa.

El escenario: Lisboa.
Me cuenta mucho pensar que dos intelectuales de la talla de Sabato y Borges (y más teniendo en cuenta de la brutalidad de la represión, asesinatos y detecciones que se manifestaron en los dos primero meses de la Junta Militar) no sabían de las verdadera cualidades “humanas” del personaje de bigotito y gomina que tenían delante en aquella amena mesa. Siendo dos personas de una reconocida y enorme lucidez, ¿estaban ciegos y sordos por entonces? ¿Por qué miraron para otro lado en aquella ocasión? Desde luego ellos no pudieron argumentar, como nuestro querido Pereira, “yo no soy Thomas Mann”; dicho esto, en boca de tan ilustres personajes, no hubiera sido de recibo. Que Jorge Luis Borges apoyará el golpe militar de Videla no le podía extrañar a casi nadie (una frase de este aristocrático intelectual es, creo recordar, algo así: la democracia es igual a una superstición). Ya había apoyado y respaldado la dictadura del general Franco en España, era un antiperonista declarado y furibundo (su madre había sido temporalmente detenida por la policía política peronista), ahora apoyaba a Videla y más tarde recibió sin ningún reparo ni rubor honores y agasajos del “insigne” Augusto Pinochet (1915-2006), otro infame carnicero de la época, comandante orgulloso de sus “angelitos” de la DINA (y algunos afirman que por todas estas cosas nunca se le llegó a otorgar a Borges el Premio Nobel, habiendo sido candidato durante más de treinta años). Aunque mucho más tarde, eso sí, con el tiempo fue alejándose de los militares y terminó apoyando a las abuelas y madres de la plaza de mayo. Pero lo cierto es que durante todo el Proceso de Reorganización Nacional, permaneció en un cínico anarcoindividualismo que le permitió vivir tranquilo y respetado mientras muchos de sus compatriotas eran sacados a pasear en aviones militares por las costas de Argentina únicamente con billete de ida, y mientras el número de desaparecidos y torturados crecía y crecía. Eso sí, respetado pero prácticamente calladito hasta el año 1982; en este año se opondrá con rabia a la absurda y mediática guerra de Las Malvinas (del 2 de abril al 14 de junio). Al final de sus días, viajó a una de sus patrias (debía de tener varias a la fuerza, las que le fueran conviniendo. Me da la impresión que Borges siempre fue muy patriota), Suiza, para morir allí en el año 1986.

Pereira y el joven Francesco Monteiro Rossi.
De Ernesto Sabato, personalmente, la verdad, uno quedó mucho más extrañado y desilusionado. Desde un joven comunista su personalidad fue mutando hasta escenificar públicamente su apoyo al gobierno dictatorial de la Junta Militar en los actos de promoción del Mundial de Futbol del año 1978 celebrado en Argentina (en esos momentos, dos años de brutal represión habían dado ya para mucho hablar y, sobre todo, para mucho sufrir y llorar). En el año 1979, por fin se le cayó la venda de los ojos y parece que fue dándose cuenta de lo que era la dictadura del general Videla, y así se atrevió a publicar Apologías y rechazos, siete extensos ensayos sobre los males de la educación, en los que desafió a la censura impuesta por la dictadura militar. Pero sería a partir del año 1983, con la seguridad del nuevo régimen democrático de Raúl Alfonsín, cuando parece que quiso purgar su conciencia y su imagen y cambio decididamente de aptitud para manifestar su abierta oposición y condena a la Junta Militar. Ahora sí, puso manos a la obra y colaboró, trabajó y firmó en el espeluznante informe CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), donde se recogen testimonios y documentos que testimoniaban cerca de 9.000 desapariciones y la existencia de esos 340 centros clandestinos ya mencionados de detección y tortura, obradores para el lucimiento de los sanguinario miembros de la SIDE. Informe que más tarde fue determinante para condenar a muchos de aquellos despreciables verdugos. De este informe se extrajo y publico el exitoso y sobrecogedor libro Nunca más, donde se manifiesta todo el drama y horror de aquel régimen despiadado y salvaje, y se describe con todo detalle los macabros métodos de torturas y asesinatos. Pero, igual que Borge, Sabato, en la mayor parte de la época videlista, se refugió en un parapeto personal que él llamó, algo más tarde, con cierto cinismo y manifiesta pachorra, Anarcocristianismo (sí, vocablo dual contradictorio y muy difícil de entender). Actitud personal que también le permitió vivir tranquilo y respetado todos esos años de terror gubernamental. Según el propio Borges, un general argentino dijo que “si de cada cien sospechosos eliminados, cinco eran verdaderos sediciosos y 95 víctimas colaterales inocentes, en ese caso ya estaba suficientemente justificada la limpieza política”, perfectas aritméticas de un auténtico militar golpista, lógica aplastante de alguno de esos infames salvapatrias que de vez en cuando la historia “regala” a los sufridos humanos. En suma, lo primero que se vislumbra por parte de todo el mundo de esta fraternal comida es un claro y manifiesto espaldarazo moral de unos destacados intelectuales a un despreciable dictador y a su salvaje régimen asesino. Y así, con estos compadreos insensibles, cordialmente: “Dígame, señor Sabato, ¿han sido de su gusto los langostinos? Por supuesto, excelencia, riquísimos y selectos. Y usted señor Borges, ¿fue de su agrado el vino espumoso? Cómo no, ilustrísima, una cosecha magnífica la suya”. ¡Patética intelectualidad!

Desasosiego de un hombre bueno.
En fin, retomemos nuestras dudas y reflexión. Aquel encuentro de comensales, desde entonces, ha tenido muchos detractores y otros muchos simpatizantes. Yo, este duende, y únicamente es mi opinión, me encuentro entre los primeros, porque me resulta muy difícil de justificar desde un punto de vista humano. ¿Qué les hizo aceptar aquella invitación a comer? “Las razones del corazón son las más importantes, es necesario seguir siempre las razones del corazón, esto no lo dicen los diez mandamientos, pero se lo digo lo digo yo”, sostiene Pereira que le dijo al joven Monteiro Rossi ¿Qué razones del corazón siguieron nuestros dos intelectuales argentinos en aquella ocasión? ¿Tendrían humano miedo por significarse como antimilitaristas? ¿Peligraría su integridad física o la de los suyos en caso de haber rechazo la invitación? Es muy posible. Sí, tal vez. Todos tenemos apego a la vida y temor a la muerte o al dolor y, sobre todo, todos deseamos proteger a nuestros seres queridos, eso es lo más normal entre los humanos y duendes. Pero entonces, esa cobardía intelectual, el no saber vencer sus miedos, el acomodarse al bienestar mientras su pueblo sufre y muere, decididamente, los baja de división dentro de la intelectualidad histórica. Porque, vamos a ver, Pablo Neruda murió en extrañas circunstancias a los pocos días del golpe de Pinochet. Miguel de Unamuno, que en un principio apoyo el alzamiento de Franco, por su cristianismo convencido, muy pronto, ante tanta barbarie estratégica y premeditada, tuvo el coraje de oponérsele y defender el saber y la justicia jugándose la vida en un paraninfo repleto de legionarios fanáticos y pistoleros falangistas, y también murió a los pocos meses (¿una suerte para aquel régimen fascista? Este hecho daría argumento para varias buenas novelas de intriga). Las atroces dictaduras militares desaparecieron a Víctor Jara, Haroldo Conti, Federico García Lorca, Miguel Hernández, Antonio Machado y a otros muchos intelectuales comprometidos y honestos. Otros fueron obligados al exilio y conservaron su integridad intelectual y capacidad luchadora: Thomas Mann (que salvo la vida por huir a tiempo de la Alemania nazi pero que perdió todos sus bienes que le fueron expoliados), Primo Levi (dedicó su vida, antes, durante y cuando salió del campo de concentración nazi a luchar contra la sinrazón y los totalitarismos), Julio Cortázar, Jorge Amado, Gabriel García Márquez, Ramón José Sender, Bertrand Russel, Max Aub, Stéphane Hessel o, más recientemente, un par de claros ejemplos de compromiso y lucha, Jose Luis Sampedro y José Saramago, y así un largo etcétera de mentes preclaras y brillantes. Si todos estos personajes nos parecen intelectuales de primera división, lo siento, pero me niego a colocar en el mismo grupo a Jorge Luis Borges y a Ernesto Sabato. Nunca se les podrá negar su condición de grandes intelectuales pero, ¿de qué clase? Para mí nunca serán de primera, ni de segunda división, tal vez de tercera, pues siempre los recodaré, más que por su gran erudición y brillantes trabajos, por sus enormes silencios y cobardías, por su pragmatismo acomodaticio y su ceguera social e insolidaria. La intelectualidad erudita no se les discute: la tuvieron, la mutaron, la perdieron y la retomaron. Vale. Pero como duende, estos vaivenes morales es lo que no me sirve ni se justifica, y por ello deslucen de forma incuestionable sus figuras y su recuerdo. Y podríamos terminar haciéndonos siempre la pregunta del millón, ¿se les puede llamar a ambos humanistas? Dejo la respuesta al análisis y reflexión de cada cual.

El refugio utópico: Yo no soy Thomas Mann…
Para terminar diré que, de esta maravillosa novela de la que hoy hablamos, se desprende que un intelectual es aquella persona que, habiendo acumulado un alto grado de conocimientos y experiencias (cosa que ya de por sí pule, enriquece y transforma positivamente al ser humano), también tiene la suficiente inteligencia, sabiduría y valentía para compartir esos conocimiento y… ponerlos siempre al servicio de la ética y la humanidad, del débil y explotado, en busca siempre de la igualdad, la libertad, la justicia y el progreso social, por encima incluso de su propia seguridad y de su personal calidad de vida; eso es para mí el verdadero significado del ser intelectual y humanista. Para este duende, un intelectual, por muy brillante que se nos quiera presentar, por muy culto y erudito que sea, desde el mismo momento que justifica una sola desaparición humana, o la asume, o la ignora, o flirtea ligeramente con ese poder dictatorial, asesino y opresor establecido, una sola vez, y ya baja automáticamente de categoría. Porque, la verdad, un auténtico intelectual nunca puede permanecer neutral ante el horror y la injusticia, siempre tiene por fuerza, por su propia naturaleza de humanista, que comprometerse y alzar su voz de denuncia, apoyo y compromiso. Desconfiar siempre de todos aquellos intelectuales que se llenen la boca con la trasnochada realeza hereditaria, la indivisible patria, la gloriosa bandera, la pureza de raza, la incuestionabilidad de los dogmas de Fe y cosas por el estilo, porque en estas irracionales y anacrónicas intransigencias se gestan todos los males del mundo moderno.

Idílica Lisboa.
La historia, a veces, no siempre, pone a cada uno en su sitio. Hitler, Mussolini, Franco, Videla, Pinochet, Salazar, Stalin, Kim Jong-il, Fidel Castro, etc., todos ellos han sido extremistas totalitarios, revolucionarios obcecados y, más o menos, sanguinarios fascistas o implacables represores de sus pueblos. Ninguno supo alcanzar el centro, el equilibrio de progreso, bienestar, libertad y justicia para sus gentes, se situaron en unos extremos inaceptables por radicales y excluyentes, y todo ello por medio de insufribles niveles de autoritarismos y egoísmos personales, para garantizar su propia privilegiada subsistencia como casta política o la de sus partidos políticos totalitarios. Objetivos que se convirtieron en el fin primordial del Estado, por encima siempre del Bien Común de los ciudadanos. No sé si por circunstancias forzadas, si por incapacidades personales o por ambas causas a la vez, pero lo cierto es que muy pronto sus regímenes desvirtuaron tremendamente de sus iniciales fines y degeneraron en horrorosos periodos de represión e inhumanidad que los ha convertido, a aquellos gobernantes, en paradigmas macabros de despreciables lideres y han hecho que terminemos todos deseando que, ojalá, quieran los Hados, la humanidad no vuelva a encontrarse personajes de esta calaña nunca más en el futuro. Por todo esto hoy día sus países han hecho, o harán (al tiempo), todo lo posible por olvidarlos, han sido simplemente tristes paréntesis en la historia. Sus omnipresentes retratos y estatuas son, o serán, rápidamente retirados, destruidos y, en cualquier caso, olvidados de inmediato por las futuras generaciones de sus compatriotas. En cambio, el pensamiento, la razón, sus obras, las enseñanzas y el ejemplo de otros muchos intelectuales exiliados, represaliados, desaparecidos o ejecutados, permanecerá siempre con nosotros. Ellos serán parte irremplazable de nuestro bagaje cultural, el de nuestros hijos y nietos, y no sólo por sus conocimientos sino también por su ejemplo de sacrificio, honestidad y valentía. En suma, por su singular y admirable ejemplo de humanidad. Si existe el paraíso laico, que los dioses tengan allí a todos ellos, a los poetas, narradores, artistas, músicos, cantores y pensadores comprometidos con la Razón y con sus gentes. A ese soñado cielo, lleno de buenas gentes, sin codicias ni avaricias, ni entorchados y espadones, con sólo buenas lecturas, agradable música, inteligencias sanas, tolerancia suprema, higiénica alegría laica, pocos santos y casi ninguna virgen, a ese cielo sí se apunta este duende y otros muchos como él, incluyendo al bueno del señor Pereira: ¡Hombre, Mr. Oscar Wilde! ¡Usted de portero! ¿Puedo pasar?… Sí, claro, pero… ¿de ciencias o letras?
“Consideren su naturaleza humana, recuerden que no nacimos para vivir como bestias, sino para seguir virtud y conocimiento”. Ulises, a sus hombres embarcados (La Odisea. Homero, siglo VIII a.c.).

Lisboa, siempre y sobre todo… ¡hermosa!