LA TARJETA POSTAL: LA BUENA VIDA.

Hola a todos.

Hoy, nuestras preciosas postales nos ayudarán a reflexionar un poco sobre nosotros mismos.

LA TARJETA POSTAL: LA BUENA VIDA.

«Esperar que la vida te trate bien porque seas buena persona es como esperar que un toro no te ataque porque seas vegetariano». Wholey Dennis. Presentador y productor de televisión norteamericano (1939- ).

Nuestros pajarillos, nuestras plantas y los buenos vecinos.

Nuestros pajarillos, nuestras plantas y los buenos vecinos.

Es una obviedad de todos conocida que las riquezas del mundo son limitadas y que, lamentablemente, están muy mal repartidas. Esto siempre ha sido así, y así seguirá pues no se atisba ningún remedio inmediato en este sentido en las sociedades. Mal distribuidas las riquezas entre las naciones y, consecuentemente, entre los seres humanos. Para establecer una hipotética escala podríamos decir que todas las personas se encuadran entre el príncipe, noble y rico, que por la gracia de Dios lo es (aunque algunos no le veamos la gracia por ninguna parte), que consecuentemente ya viene al mundo con algo más que un pan bajo el brazo, que disfruta, de cuna, con un sin fin de privilegios civiles exclusivos sobre el resto de los mortales, que crece mimado, protegido y con todas las consideraciones y garantías sociales imaginables, cuyos pasatiempos personales pueden ser el polo, las regatas de veleros o la caza mayor de elefantes en lejanos y exóticos países (aficiones muy corrientes y nobles que la mayoría de las personas sólo conocemos por el cine, las revistas o los noticiarios). En suma, que disfruta durante su existencia de cómodas e idílicas condiciones de vida que le dan gran ventaja en la carrera de la vida sobre la inmensa mayoría  de las personas pero que a pesar de todas estos privilegios no tiene, en absoluto, garantizada una vida feliz y libre de zozobras y problemas varios. Y en el otro extremo estaría el mísero Intocable de la India (aunque Intocables/parias –y no son términos peyorativos en este caso- los encontramos en todos los países del mundo), que ya viene al mundo, por esa misma gracias incomprensible de Dios, sin nada de nada, con una condición social que le acota tristemente sus esperanzas e ilusiones de una vida mejor, que la espiritualidad imperante le empuja a “la resignación y aceptación”, que vive en la calle o en una miserable chabola, que come cuando buenamente puede y lo que buenamente encuentra, la mayoría de las ocasiones de la caridad ajena, pero que, milagrosamente, también disfruta de muchos instantes de felicidad durante su difícil existencia, por pequeñas e insignificantes cosas dada su humilde condición social, pero momentos tan intensos y vividos, o incluso más, que los que pueda disfrutar un príncipe (os recomendaría leer el magnífico libro de Dominique Lapierre o, sobre todo, ver la extraordinaria película dirigida por Roland Joffé con Patrick Swayze y Om Puri como protagonistas, La Ciudad de la Alegría. Una conmovedora y sencilla lección de bella humanidad). Es decir, es la lotería del nacimiento lo que determina y condiciona de forma incuestionable la vida o la buena vida de cada persona. Luego, alguien podría decirme con rotundidad y meridiana claridad ¿qué es la buena vida? Porque, la verdad, creo que no haya una respuesta única; pues la buena vida serán cosas muy distintas, tantas como personas, pues cada cual tendrá su propia y muy dispar opinión de lo que sería una buena vida para él.

Esas partiditas con los amigos.

Esas partiditas con los amigos.

Dicho esto, y en consecuencia, me vais a permitir un tópico: El dinero no da la felicidad (que sí, que no da la felicidad, pero ayuda, ayuda, ¡vamos que si ayuda! Vale. Pero aquí y ahora se trata de reflexionar un poquito en positivo. Que todo no es consumir y poseer, ¿verdad? Que una vez cubiertas nuestras necesidades más inmediatas creemos que hay otros valores mucho más importantes que seguir persiguiendo la opulencia más cicatera). Vamos, pienso que, sin renunciar a nuestras propias ilusiones y esperanzas de mejorar en la vida, debemos partir de aceptarnos a nosotros mismos, con nuestras propias capacidades y limitaciones,  y a nuestra posición de salida en la sociedad y, desde esta actitud sincera, buscar un cierto equilibrio personal todos los días de nuestra vida para alcanzar un bienestar emocional que nos dé calidad de vida, a nosotros y, por extensión, a nuestro entorno; desde actitudes honradas y honestas. Si vas consiguiendo este propósito de vez en cuando, hay que valorarlo y disfrutarlo en compañía: ¡esto es para este duende la Buena Vida! Pues la felicidad, que sólo la sentimos por momentos, con brevedad y nunca de forma continuada (y, a veces, ni la sentimos, sólo teniendo consciencia de ella en los recuerdos), se manifiesta en todas las clases sociales y en toda la escala de riqueza, desde el más afortunado al más desfavorecido.

Amabilidad de los educados excursionistas  domingueros.

Amabilidad de los educados excursionistas domingueros.

El ser humano (y los duendes) nos vamos adaptando a las pruebas de la vida de una forma racional y forzada, porque los altibajos existenciales, todos, nobles y plebeyos, sin excepciones, los tenemos garantizados. Pero, quiero subrayar, la dignidad humana, que se manifiesta en la nobleza, la honestidad, la honradez personal, en suma en la ética humanística, son valores más caros a la persona que la simple riqueza, producto ésta muchas veces de actitudes muy reprochable derivadas de la codicia desmedida, el egoísmo o las envidias sociales. Así que vamos, todos, rápidamente renegando de ese dicho popular de que “tanto tienes, tanto vales”: las buenas personas se encuentra, como las malas, en todos los sitios y lugares, ya sean ricos o pobres, en Nueva York o en Calcuta. Sólo tenemos que observar, reflexionar y seleccionar. Filtrar con criterio humanos y no sólo de interés nuestras relaciones y compañías es una forma de garantizarnos una mejor calidad de vida, a nosotros y a los nuestros, y además es nuestra irrenunciable obligación si nos consideramos personas responsables y ecuánimes, ¿no?

Evasión en las buenas lecturas.

Evasión en las buenas lecturas.

De forma metafórica podríamos decir que la vida de cada uno es una noria que mueve sin parar el agua de la vida. Mientras hay vida, la noria nunca se parará. Una veces estaremos en la parte más alta, exultantes, felices y satisfechos, seguros de nosotros mismos; otras, en la parte más baja, cargados de problemas, deprimidos y amargados, sin fuerzas ni ganas de vivir. Esta última posición es la que nos preocupa como duendes. ¿Qué debemos hacer en estas ocasiones de bajón existencial? Pues lo de siempre y más difícil: luchar sin desfallecer e intentar mantener un equilibrio personal de optimismo y positividad, porque la noria no se para y, si resistimos (¡ay, ahora mismo me he acordado de mi querido Dúo Dinámico), casi sin darnos cuenta, pronto estaremos otra vez subiendo. Pero, claro, cada persona tiene sus propias cualidades y personalidad, según el designio de la naturaleza (o la providencia divina, si se prefiere), y así unos ven la botella medio llena y otros medio vacía. Luego no hay fórmulas mágicas ni generalizadas para ser felices. Cada cual, desde su propia y exclusiva posición,  debe de buscar su camino para intentar encontrar la mayor cantidad posible de momentos felices en su vida y así irradiar optimismo y alegría a su entorno más inmediato, a sus familiares y amigos. Con esta actitud positiva seremos una persona más afable, estimada y querida, y la mayoría de nuestros conocidos se alegraran y sonreirán al vernos llegar. No me seréis tan pragmáticos y materialistas para decirme que esto no vale nada, ni siquiera desde un punto de vista personal, no lo creo. No diréis eso porque, sencillamente, es falso y, francamente, creo que no lo sentiréis así.

Mi placer oculto: ver crecer a mi hija.

Mi placer oculto: ver crecer a mi hija.

Para salir de un bajón depresivo o para mitigar un poco esos malos momentos que todos pasamos, como hemos dicho, no hay fórmulas mágicas pero yo os propongo un pequeño ejercicio. Intentar escribir una lista con diez o quince actividades sencillas, al alcance de cualquiera, que os resulten gratas y os hayan proporcionado alguna vez momentos de felicidad. Cada cual lo que mejor estime según sus preferencias y actitudes. Una vez confeccionada esta lista… ¡luchar por realizarlas siempre que podáis! ¡Refugiaros en ellas! Creo que así iréis haciendo más ligero el peso de la eventual tristeza, y mientras tanto la noria se va moviendo hacia arriba, puede que lenta pero sin parar. En fin, no sé si una actitud positiva y optimista nos hace vivir más pero lo que sí creo es que nuestra vida será más intensa y feliz y, ya se sabe, una existencia más intensa siempre nos parecerá más larga. Creo que si de esta forma o de otras posibles que se os puedan ocurrir desde vuestro particular punto de vista, somos capaces de preservar un equilibrio espiritual y emocional, que nos haga ser más libres, felices y disfrutar de una buena vida, a nosotros y a los nuestros, con menos hipotecas de cualquier tipo y sin consumos absurdos inducidos por la tramposa publicidad, pues eso, como diría el rudo pero honesto pescador: ¡ya puede la nobleza hereditaria o los políticos corruptos y trepadores cagar perlas de Majorica!

Proponernos metas alcanzables.

Proponernos metas alcanzables.

Hoy yo, desde el Scriptorium, como de costumbre, con un puñado de bonitas tarjetas postales, lo que pretendo no es escribir una lista de sencillas actividades revitalizadoras sino mostrarlas. Aquí, en estas pequeñas instantáneas gráficas, podréis ver y, creo, disfrutar de unas pocas imágenes optimistas y alegres, de ahora y de siempre. Son pequeños instantes de felicidad que, pienso, nos tenemos que tomar como píldoras de vitaminas para afrontar nuestra existencia con algo más de optimismo y sana alegría, para anteponerlas a las adversidades y tristezas recurrentes de esta vida. Espero que consiga en alguno de vosotros fomentar una actitud positiva o, cuanto menos, una pequeña sonrisa de efímera pero esperanzadora felicidad (algo es algo, dijo un calvo que se encontró un peine sin púas). Y, si fuera así, este duende ya se da por satisfecho, porque este es mi único propósito. Bueno, ese y ya aprovecho para desearos sinceramente que tengáis, vosotros y los vuestros, una muy larga, feliz y buena vida.

“El más rico es aquel cuyos placeres son más baratos”. Henry David Thoreau. Poeta y filósofo americano (1817-1862).

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