Hola a todos.
Hoy vamos a tocar un asunto delicado, aun a riesgo de que me tachéis un poco de machista. Pero, eso sí, lo haremos con extremado cuidado y consideración.
LA TARJETA POSTAL: SENTIDO Y SENSIBILIDAD o LAS CHICAS.
“Las mujeres tienen el don de hacernos hacer cualquier disparate, inclusive de hacernos matar… Hay héroes porque hay mujeres”. Lucio Victorio Mansilla, general argentino (1831-1913).
He tomado el título del artículo, Sentido y Sensibilidad, de una magnífica novela de la época Romántica inglesa, publicada por primera vez en 1811 y cuya autora fue la británica Jane Austen. Su argumento, principalmente, se centra en los personajes de las dos hermanas mayores, huérfanas de padre, de la familia Dashwood: Elinor, de 19 años (el sentido/la razón) y Marianne, de 17 años (la sensibilidad/las emociones). Dos hermanas de temperamentos muy distintos que irán desarrollando su historia familiar y sus vicisitudes amorosas en esta novela costumbrista mediante una especie de enfrentamiento de caracteres contrapuestos. Parece ser que la autora, mientras escribía la novela, estuvo dudando entre hacer vencer al carácter y la personalidad de una hermana sobre la otra, sin llegar a decidirse por cuál de ellas triunfaría, pero finalmente optó por una solución más sencilla y, posiblemente, más popular: el empate. Así, ambas hermanas terminan conociendo el amor, y no un amor cualquiera sino el adecuado y correspondido. En suma, un esperado y agradable final feliz. Si no conocéis la novela este duende os recomendaría su lectura a todos vosotros, pero si un libro de más de 400 páginas se os hace algo “tocho”, bueno, en ese caso, no dejéis de ver la extraordinaria película del mismo título dirigida por Ang Lee en el año 1995 e interpretada por un reparto de lujo, Emma Thompson (Elinor), Kate Winslet (Marianne), Hug Grant y Alan Rickman, os gustará y podréis ver los usos amorosos que se gastaban los jóvenes en una época no muy lejana (aunque a algunos os parecerá antediluviana).
Todo lo anterior me viene bien a modo de introducción del tema propuesto para las postales de hoy. Si Jane Austen nos quería hacer ver la gran diferencia de temperamentos femeninos posibles haciendo a las dos hermanas un ejemplo del enfrentamiento de contrapuestas personalidades (y no olvidemos que entre el carácter de una y otra hermana todavía existe una enorme escala de matices que la novela no puede llegar a abarcar), qué no será cuando deseamos enfrentar a temperamentos de sexos opuestos. Hoy se habla mucho de que los hombres son de Marte (supongo que por guerreros/Acción/impetuosidad) y las mujeres de Venus (en este caso será por Sensibilidades/emociones/sentimientos, supongo; un duende nunca tiene claro del todo estos asuntos humanos), y todo esto para acentuar, más si cabe, lo que conocemos como lucha de sexos. Pero no sé si habría que irse tan lejos, este duende diría que todos somos de la Tierra, pero sí, no hay duda, son naturalezas distintas y complementarias (vamos, si no fuera así, adiós especie humana, ¿no?).
En resumen, que sí, claro, que hay que luchar con convencimiento y entrega por la Igualdad de Género, para que la situación de las mujeres cada día dentro de nuestras sociedades sea más justa y más feliz, y todos, hombre, mujeres y duendes, tenemos que comprometernos con este fin y luchar para garantizarlo a las futuras generaciones, para ir librándolas de ese poso de machismo que no terminamos de eliminar. Pero, creo sinceramente, hay que hacerlo desde la diferencia de género. Es decir, la sabia naturaleza (o la Providencia Divina, si se prefiere) os ha hecho distintos a hombres y mujeres y creo que no sólo por el prosaico asunto de la procreación. Tenéis sensibilidades distintas que, a lo largo de vuestra evolución, os han llevado de forma muy natural a actividades distintas y algunas de estas actividades, todos, ya las tenemos asumidas como más femeninas y otras como más masculinas. Ojo, que nadie se confunda, yo no quiero insinuar hayan trabajos para hombres y otros para mujeres, no, sino que, por una larga tradición, así los tenemos asumidos. No pongo en duda, ni pondré, que cualquier actividad que puede hacer un hombre en nuestra sociedad no lo pueda hacer igual de bien una mujer, o viceversa, pero, sin entrar en sesudos análisis, estamos acostumbrados a imágenes que representan a las mujeres en actividades más femeninas y de hombres en actividades más rudas.
Que por supuesto, que hoy día, que las mujeres están mucho más liberadas en todos los sentidos en las sociedades desarrolladas, hay chicas que disponen de mayor tiempo libre y acuden por placer a los gimnasios donde obtienen una condición física y una fortaleza casi varoniles que les permite, si se presenta la necesidad, dar un sopapo a cualquier fulano que me lo mandan a tres manzanas más allá del impulso. Pero esto no es lo normal, es más la excepción a la regla que otra cosa y, disculparnos si os molestamos, no nos parece muy natural. No puedo dejar de pensar y sentir que se pierde buena parte de la natural feminidad en esa chicas sansonas y musculosas. En fin, no deseo crear polémica, que cada cual piense y reflexiones hasta donde le apetezca en estos asuntos de matices relacionados con la confrontación de sexos opuestos.
Lo que a mí me apetece ahora es compartir con todos vosotros una serie de bonitas tarjetas postales de mujeres en “actividades femeninas de las de siempre o en actitudes de una marcada sensibilidad femenina”, aunque sólo sea por el simple hecho de que existen y están ya en la retina de muchas de vuestras generaciones pasadas. Y Bueno, aclarar que todo lo dicho hasta ahora es porque he creído necesario justificarme de alguna forma por esta entrega de viejas postales, porque en estos tiempos actuales que nos ha tocado vivir, tan suspicaces, no quiero que ninguna chica se sienta molesta, por mi exclusiva culpa, con los duendes. En fin, espero que os gusten, os entretengan y diviertan además de pediros que disculpéis el posible sesgo machista de este pequeño duende, porque si lo hay (que no digo que no) es leve y bien intencionado o, si se prefiere, ingenuo.
En esta serie de postales me he permitido incluir una de Madame Juliette Récamier (1777-1849), hermosa joven aristócrata del París napoleónico, retratada a los 23 años por el artista del Romanticismo Jacques Louis David (1748-1825). Fue un cuadro inacabado, excepto el bello rostro, pues, al parecer, la pose exigida por el artista a la dama le cansaba en extremo y ésta disgustó al pintor con sus impaciencias. El artista no entregó nunca el cuadro a su modelo (y, por supuesto, tampoco lo cobró, claro) y lo guardo para él. Sólo, muchos años más tarde, pasó a formar parte de los fondos del museo del Louvre. La dama aparece recostada en un diván bajo o triclinio (más tarde también se conocería a este mueble como diván tipo Récamier, en su honor), con un vestido blanco largo y holgado de tipo helénico, sin joyas de ningún tipo, únicamente con una cinta recogiendo sus cabellos, y con los pies desnudos. Gira su angelical rostro para sostener la mirada del observado: ¡aquí tenemos la imagen de una hermosa diosa de la feminidad más excelsa! Noble, bella, inteligente, culta, reflexiva, generosa mecenas de las artes y la poesía, Madame Rècamier, enamoró perdidamente a medio París de su época y ¡ay!… a este humilde duende.
Pero los duendes tenemos prohibido por las hadas cualquier tipo de relación sentimental con los humanos (sólo se nos permite la amistad, y no siempre). Desde que la conocí, cuando posaba para este retrato, era yo un duende muy joven, quedé profundamente enamorado de ella y ya nunca mi corazón ha dejado de sufrir la melancolía de este amor imposible. Sólo mi querido y admirado amigo Cyrano de Bergerac hubiera comprendido en toda su dimensión mi drama personal por haber padecido, igualmente, toda su vida el amor oculto por su bella prima Roxana, y así, como hermanos en el desamor y compañero en estas incomprensibles y tristes locuras del corazón, entendería perfectamente lo que es este vivir sin vivir; sólo que él, al fin y al cabo, tuvo la buena fortuna de disfrutar de una vida mucho más corta que la de este duende enamorado. En fin, que siempre que puedo comparto este retrato de la hermosa y amada Juliette porque así me parece encontrar cierto alivio y consuelo en mi corazón desgarrado. Si vosotros alguna vez habéis sentido las congojas del verdadero amor, sabréis comprender y disculpar a este pobre duende.
“El que quiera estudiar el amor se quedará siempre en la escuela”. O.K. Bernhardt. Escritor alemán.
- Mi querida Dama de Compañía.
- Los misterios del cuarto de las chicas.
- Nuestro rinconcito veraniego de confidencias.
- Excursión de la peña.
- Manualidades en compañía.
- Dos amigas.
- Dos cosas a la vez: Rueca y madre.
- Ilusión.
- Habilidad artística.