LA TARJETA POSTAL: EL CLERO Y LAS RELIGIOSAS.

Hola a todos.

Hoy, me vais a permitir, me pondré un poco místico.

LA TARJETA POSTAL: EL CLERO Y LAS RELIGIOSAS.

“¡Con la Iglesia hemos topado, Sancho!”. Don Quijote de la Mancha.

Mísero mundo.

Mísero mundo.

En la Introducción al Scriptorium ya dejamos claro que el tema religioso quedaba fuera de los asuntos admitidos a comentarios (y ya mismo os pido disculpas anticipadas por mi decisión presente y por si, este torpe duende con su gran ignorancia de espiritualidad humana, no usara en algún momento un vocabulario adecuado al tema en cuestión), pero no puedo resistirme a la tentación de compartir con todos vosotros una entrega de postales ilustradas que tienen por protagonistas a los hombres y mujeres que dedican su vida al ministerio eclesiástico. Tampoco me he querido autoprohibir la posibilidad de reflexionar al contemplar estas postales ni dejar de compartir estas reflexiones con todos el que desee acceder al Scriptorium con una mente abierta y tolerante, como no puede ser de otra forma si queremos considerar este lugar como un espacio cultural plural y sin mucha autocensura (ya que, por mi condición de duende escribano, ninguna censura creo que nunca podrá ser). Ahora bien, lo intentaré hacer con el mayor de los respetos y buena intención, sin ningún ánimo de molestar a nadie ni de generar polémicas, pero intentando no alejarme mucho de un punto de vista laico y racional.

¡Padre, tramposo!

¡Padre, tramposo!

En fin, creo que lo mejor será considerar esta entrega como un pequeño homenaje de un duende agnóstico convencido al mundo de la espiritualidad religiosa, sin ninguna mala intención ni retorcida animosidad, pues reconocemos que en estas vocaciones personales hacia el mundo religioso hay luces humanas incuestionables que van más allá de la propia espiritualidad religiosa y es de justicia reconocerlo y valorarlo.

Humana distracción.

Humana distracción.

Contemplando estas preciosas postales podréis ver al clero y a las religiosas, hombres y mujeres, en actividades cotidianas y propias de la vida secular y no tanto en actividades de los asuntos litúrgicos, que en algún momento de sus vidas sintieron la llamada de Dios y se entregaron en cuerpo y alma a su vitalicio servicio. Pero, pienso, y aunque sea una obviedad no puedo dejar de señalarlo, que igual que Jesucristo, el Hijo de Dios, llevo a cabo su sacrificio redentor desde su condición humana, como Ecce Homo, dándole así mayor espiritualidad a su divina misión terrenal, el clero y las religiosas igualmente ejerce su ministerio desde una inexorable condición humana.  Es decir, y que nadie se moleste, Dios no les exime para ejercer su ministerio eclesiástico de ninguna de las condiciones e imperfecciones propias de los seres humanos y así nunca se libran del todo de las pequeñas y grandes miserias y pensamientos que el común de los mortales suelen padecer: gula, deseos, vanidad, envidia, avaricia, dudas y, en fin, todas y cada una de las tentaciones humanas que imaginar podamos. Por esto creo, desde un punto de vista racional y agnóstico, que el verdadero mérito del clero en general es vencer, día a día, todas esas tentaciones humanas para cumplir con sus votos y centrase en su misión eclesiástica y de evangelización (para el clero secular) o de oración, laboro, meditación y rezos (para el clero regular); vamos que, para mí, tiene su gran mérito hacer de esta vida un grandísimo sacrificio personal, un tránsito lleno de preceptos, renuncias y dogmas, y todo por “ganarse el cielo”, el premio, indudable, prometido a los justos y creyentes de una vida eterna y maravillosa.

Amistad y consuelo.

Amistad y consuelo.

Pero, ¡ay Señor!, bien sabe Dios que no todos los llamados son adecuados para el ministerio de la Iglesia. No todos los novicios o novicias podrán vencer las tentaciones humanas o renunciar a los placeres efímeros de la vida secular y, los que sí lo consiguen, tampoco pueden renunciar continuamente a otros pequeños placeres humanos que los asaltan de continuo, como la omnipresente música profana, la gula, la pereza, el juego, el deseo u otras muchas distracciones mundanas que los apartarán del recto camino de la ortodoxa espiritualidad religiosa. Os recomendaría la lectura de El nombre de la Rosa de Umberto Eco (tiene algún que otro latinajo, pero te los saltas y no pierdes el hilo de la trama, vamos), una novela preciosa y muy interesante sobre el clero regular y sobre la sorprendente (para la sociedad actual) y reservada ilustración cultural de la época medieval.

Caldo divino.

Caldo divino.

Bueno, pues en estas tarjetas postales que ahora compartimos tenemos unos cuantos ejemplos de todo ello, no exentos de algo de humor, como es nuestra costumbre. Espero que os gusten y os hagan pasa un ratito divertido. Pero, recordar, por favor, divertido sí pero de mofa ¡en absoluto!  Pues un espíritu sensible (que nunca, ni un solo día de su vida, deja su personal lucha en la negación y renuncia a buena parte de su condición humana, repito) que llega a entregarse en cuerpo y alma a su creencia espiritual, hasta los mayores extremos y sacrificios, siempre y en todo lugar es digno del mayor de los respetos y de la más alta consideración humana. Eso sí, el mismo respeto y consideración que será justo exigir a los religiosos para los laicos, agnósticos y no creyentes en general, y que es justo reconocer que dicha reciprocidad no siempre ha sido así (y, como duende, no quiero ahora entrar a recordar en detalle el lamentable asunto de San Patricio, vamos).

Discreto monje.

Discreto monje.

La Fe nunca se podrá explicar con la Razón; se tiene o no se tiene, y nunca se debería imponer por la espada. Así pues, en suma, pensemos que en este valle de lágrimas que es nuestro mundo ha habido, hay y habrá, sitio para todas las creencias y espiritualidades, para todas las sensibilidades morales religiosas, sin que ninguna se pueda ni deba atribuirse la supremacía absoluta sobre las demás ni presumir en ninguna circunstancia de la perfección suprema porque, por muy divida que sea su inspiración religiosa, son, al fin y al cabo, los imperfectos hombres los que la ejecutan (alguien dijo: no creo en Dios pero sí en la Iglesia; pues eso). Incluso, me vais a permitir, también hay sitio para la carencia de Fe, pues fuera de ella son muchas y muy ilustres las personas que con su valía humanística, su honestidad laica y su sincero convencimiento agnóstico o ateo han contribuido, y no poco, al estado actual de esta sociedad moderna, en mi opinión mucho más tolerante y libre, como nunca se ha conocido en la historia de la humanidad.

Uvas del Cielo.

Uvas del Cielo.

Y llegamos al final. Espero que por expresar mi opinión laica no me haya significado demasiado ante nadie hasta el extremo de haberle molestado o haber alterado la paz de algún alma de susceptible inquisidor. De todas formas he de decir que, a estas alturas de los tiempos, los hipotéticos inquisidores, no me preocupan mucho, la verdad. Soy un duende pagano y los duendes siempre hemos sido bastantes escurridizos, llevamos siglos en nuestro mundo paralelo sin apenas mostrarnos (¿alguno de vosotros nos ha visto alguna vez?), pero me molestaría, por su parte, comprobar que persiste esa obstinada intransigencia espiritual, vamos. Tolerancia y comprensión, mucha tolerancia y mucha comprensión, ¡Por Dios!

“En lo necesario, unidad; en la duda, libertad, y en todo, comprensión” San Agustín (354-430).

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