Hola a todos.
Hoy, como tenemos ya la suficiente confianza, me voy a permitir mostraros mi álbum familiar.
MI ÁLBUM FAMILIAR O LOS DUENDES.
«Con gran asombro por mi parte, he sabido que hay personas que no han visto jamás a un duende. No puedo por menos que compadecerlas. Estoy seguro de que no están bien de la vista”.Axel Munthe, Médico y escritor sueco (1857-1949).
Los duendes, en general (pues como en todo, siempre hay excepciones que confirman la regla), no solemos ni nos gusta hablar mucho de nosotros mismos. Y esto es debido, fundamentalmente, por tener vetadas estas tareas informativas y divulgativas por imposición de Ley en el Reino de las Hadas. Nuestro intrínseco y natural halo de misterio y magia o de superstición malvada y peligrosa, favorece nuestros intencionados propósitos de seguridad, privacidad y reserva, además de habernos costado siglos el llegar a esta cómoda y discreta entente unilateral como para tirarlo todo al garete por vana presunción de raza. Así, en todo lo referido a nuestro paralelo universo astral, los humanos permanecéis prácticamente ciegos. Fuera de nuestras tareas personales de guarda y guía (de las que luego hablaremos), sólo hemos tenido, a lo largo de la historia, pequeños y puntuales encuentros (entiéndase apariciones visibles) con los humanos y, parece ser, que éstos han sido los suficientes para vosotros como para haber dado lugar a la publicación de una pequeña y reducida bibliografía que trata el tema de manera arrogante, superficial y muy poco documentada y que además, por todo lo dicho, está llena de errores e imprecisiones múltiples (luego recomendaremos algunos libro, no por su rigor en la materia, pues son más un alarde de imaginación y fantasía humana que otra cosa, sino por su belleza o gran calidad editorial). Pero ya se sabe el famoso refrán (y todos vuestros refranes siempre tienen algo de verdad): En el país de los ciegos, el tuerto es el rey.
Ahora bien, por esta vez, sin que sirva de precedente, y como una gracia especial hacia el Scriptorium, el Consejo de Gobierno del reino de las Hadas ha tenido a bien autorizarnos en esta singular ocasión para hablaros un poco de nosotros, los duendes. Y este vanidoso duende no ha podido resistir la tentación de apoyarse en su propio álbum familiar para documentar la parte gráfica de este escrito. Pero, ante todo, he de advertiros que, para disfrutar de esta entrada, tenéis que creer en los Duendes y las Hadas. En caso contrario, creo que será mejor que no sigáis leyendo. ¿Que por qué digo esto? Pues es bien sencillo: queremos ser respetuosos y no ofender a nadie al exponer nuestras opiniones y puntos de vista de excéntricos duendes (raros bajo vuestro punto de vista, claro) que, indudablemente, estarán muy alejadas de las perspectivas erróneas (a nuestro modo de ver) de los humanos. Pero, como no deseamos autocensurarnos ni mancillar lo más mínimo el espíritu de libertad imperante en el Scriptorium, donde todo puede ser tratado y cuestionado, pues eso, que quien no crea en la existencia de nuestro mágico mundo paralelo que lo deje estar aquí mismo, en este punto.
Ya sé lo que muchos de vosotros estaréis pensando: “pero, los duendes, elfos, hadas y demás seres mágicos siempre han sido entes producidos por la imaginación o la superstición humana”. Y, como ya he mencionado, eso es lo que nosotros mismo hemos fomentado y deseado por intereses unilaterales de seguridad y privacidad. Aunque, en este asunto, hay que reconocer, para ser sinceros, que también nos hemos vistos favorecidos por las religiones, con las que llevamos siglos de desencuentros y acusaciones mutuas de supersticiones malsanas para los humanos. No olvidéis que en nuestro mundo no hay más culto que el de la Razón, hasta allí donde nos llega, sin ir nunca a más allá, nunca llegamos a elucubraciones espirituales indemostrables ni a imaginar dogmas impositivos creadores de clases sociales varias (que, con todo respeto, es lo que vosotros hacéis). Así que todos los seres mágicos somos ateos o agnósticos y no nos llevamos muy bien con las religiones, vamos (de esta enemistad hay muchos ejemplos en la Historia de la Humanidad, pudiéndose destacar como ejemplo válido el lamentable asunto de San Patricio en la verde Eire). Para todos los ortodoxos espíritus religiosos hemos sido, somos y seguiremos siendo, los paganos más incorregibles, detestables y condenables, personajes asociados al traidor diablo y almas en pena, errantes en un mundo frio e inhumano (esto último ¡por supuesto!). Y, aunque no estemos de acuerdo en casi nada, aceptamos con resignación tanto odio e intransigencia religiosa volcada sobre nuestras buenas gentes. Por todo esto no os debéis de extrañar de nuestros previsores deseos de discreción y anonimato. Aunque, en nuestro favor, podemos decir que nos consideramos mucho más antiguos que cualquiera religión y que, en el supuesto que se acepte que todos seamos supersticiones, nosotros siempre nos quedaremos en nuestro lado astral al considerarlo una creencia más racional y, sobre todo, mucho “más barata”. Pues nuestro particular universo metafísico, el de los duendes, no supone casi ningún coste personal ni ninguna obligación irracional. Nos autodefinimos como seres sin ambiciones desmedidas (no le damos gran valor al dinero ni al oro), racionales, cultos, reflexivos, amables, repetuosos e inofensivos y, como habréis observado, algo vanidosos y orgullosos. Pero dejemos este asunto ya, pues nosotros tampoco hacemos nunca proselitismo de ningún tipo y, al final y sin desearlo, va a parecer todo lo contrario. Empecemos a hablar propiamente del mundo de los duendes.
Según un dicho popular de los humanos, “todo lo que tiene nombre, existe”. Y será por nombres: se nos conoce en vuestro mundo como duendes, trasgos, follets, gnomos, enanos, pueblo de la buena gente, la gente menuda o los elementales; vamos, que no creo que nadie pueda dejar de creer en nuestra existencia por falta de nombre. Los duendes habitamos en todo el planeta Tierra y somos uno de sus mundos paralelos. Nuestra presencia se registra en unos sitios con más densidad de población que en otros (por ejemplo, el frio norte y el extremo sur está mucho más habitado que los cálidos trópicos) pero con presencia demostrada en toda la geografía del globo. En nuestro propio mundo también hay algunas subdivisiones. Generalizando, diremos que en el lado generoso y amable de nuestro universo tendríamos a duendes, elfos (más altos y bellos), Hadas o Ninfas (hermosas y siempre jóvenes), magas y magos (adivinos, sabios y cultos) o Unicornios, Aves Fénix (mágicos y hermosos seres) y otros seres mágicos. En lado gris, tendremos a los malvados orcos, los brutos ogros, los estúpidos trolls, los indómitos y destructores dragones, las retorcidas brujas (sabias, pitonisas y magas), taimados nigromantes (dominadores de las más terroríficas magias negras), todos los dictadores Negros (guerreros inmisericordes y sanguinarios) y otros seres innombrables del más profundo inframundo oscuro. Otro de los mundos paralelos de nuestro planeta, al que nosotros tampoco tenemos acceso, es el de las figuras que habitan los mares y las aguas: la figura de Neptuno (su Dios o Rey, al que nosotros conocemos como El Gran Hambriento, pues siempre va a todas partes con un tenedor), las Sirenas, Ondinas, Tritones, etc. Nuestros campos existenciales se limitan a nuestro propio mundo y a una fuerte relación con vuestro mundo, el de los humanos (ahora mismo lo explicaré), sin poder mezclarnos nunca con los seres del universo anfibio.
Primero nuestras particularidades físicas. Los duendes, y en general todos los seres de nuestro mundo astral, no somos inmortales, pero nuestra esperanza media de vida es mucho mayor que la de los humanos y está en torno a los quinientos años. Siendo considerados los cien primero años nuestra infancia y adolescencia y nuestros cien años finales nuestra tercera edad. Luego solemos vivir unos trescientos años de plenitud, física y mental, y sin apenas enfermedades serias (esto último, debido a nuestros naturales y sanos hábitos existenciales). Aunque, eso sí, no estamos exentos de perecer en accidentes, luchas (esto muy poco improbable, pues intentamos siempre evitar hasta el último extremo las guerras o peleas) o en inevitables y lamentables encuentros ocasionales con los taimados y cobardes seres de nuestro universo oscuro, que nos tienen declarados como sus odiados enemigos y que no pierden ocasión, si se les pone a tiro, para herirnos o finiquitarnos. Cuando nos llega nuestra hora final, nos difuminamos de este mundo nuestro y una comitiva de Hadas viene a acompañar a nuestras almas. Todos los seres mágicos, sin excepciones, los buenos, regulares o los algo malos, somos conducidos al Reino del Gran Ávalon, que es nuestro paraíso eterno, donde viviremos felices realizando aquellas tareas que más nos agradan y disfrutamos para siempre de la compañía de nuestros antepasados y seres queridos, sin conocer nunca las enfermedades ni ningún mal.
Nuestra altura media, a pesar del tópico de que somos enanos, es muy variable y va desde los 15 cm hasta 1.60 metros. Vamos que, según nuestras proporciones, tenemos una altura más que considerable o respetable. Pero, si nos comparamos con los humanos o los elfos, entonces sí, podéis llamarnos enanos. Somos, en proporción, siete veces más fuertes que los humanos. Nuestros sentidos son los mismos que los vuestros, pero sólo los sentidos del tacto y del gusto son equivalentes, siendo los otros tres, la vista, el olfato y el oído, mucho más agudos y profundos. Permitiéndonos nuestra vista divisar muy bien desde la larga distancia, la elevada altura o en la oscuridad de la noche, o seguir una pista olfativa casi como el mejor de los perros Bloodhound (San Huberto). Nuestras orejas, en la mayoría de las ocasiones puntiagudas, las podemos direccionar a voluntad, y así somos capaces de percibir el más ligero rumor a distancias muy considerables. Y luego está las propiedades propias de los duendes y que vosotros los humanos no tenéis ni comprenderéis y que por este motivo las podríais definir como “mágicas”. Somos capaces de hacernos invisibles a voluntad y así lo hacemos según nuestra conveniencia y oportunidad, por esto somos casi imposibles de ver por vosotros, si no es por voluntad propia o por imperdonables y raros descuidos. También podemos teletransportanos por el aire y la tierra, no así por las aguas. Por últimos, algo muy importante para nosotros e inherente a nuestra constitución genética, todos los duendes tenemos la facultad de entender y hacernos entender con todos los seres vivos del planeta: con otros seres mágicos, con los humanos, mamíferos, aves, reptiles, insectos, etc.; excepto con los seres del mar, lagos o ríos, como peces, moluscos, crustáceos, etc. (sí hablamos con las ballenas, delfines, focas y otros mamíferos marinos, que en ocasiones nos sirven de interpretes).
Y ahora nuestra gobernación y sociabilidad. Aunque todos los duendes vivimos integrados en un universal Reino de las Hadas, con capital administrativa en Ávalon, y efectivamente tenemos la figura querida y reverenciada de la Reina de las Hadas, todos los duendes somos Republicanos convencidos. Dicho esto, podríais pensar que en este asunto somos bastante contradictorios, pero no, pues en nuestro mundo el cargo de Reina es vitalicio pero no hereditario y sus funciones podrían equivaler a las de un Presidente de República. Cuando la Reina se siente lo suficientemente envejecida para no poder realizar su papel ejecutivo con las debidas garantías, es elegida otra Reina por el Senado del Reino de las Hadas. Esta elección se produceentre las propuesta presentadas por la comunidad de las Hadas y según los exclusivos y manifiestos méritos de las posibles aspirantes, méritos ya demostrados y contrastados en sus conocidos curriculum vitae. La Reina saliente, en este momento, se retira a una tranquila y merecida jubilación hasta su muerte, realizando, llegado el caso y por su demostrada y respetada sabiduría, únicamente funciones de consulta. Nuestro órgano principal legislativo y de gobierno es el Consejo de Gobernación del Reino de las Hadas, formado por un presidente, cuyo título es Gran Maestre del Reino, y 19 hombres sabios que se encargan de los distintos ministerios. Este gobierno sale de nuestro órgano legislativo de propuestas y debates, El Senado del Reino de las Hadas. El Senado está compuesto por 300 miembros electos, produendes muy respetados y admirados: los llamados Senadores de Ávalon. Elegidos, por sufragio de todos los mayores de edad (en el caso de los duendes, los mayores de cien años), entre todos los seres mágicos de nuestro mundo: hadas, elfos, duendes, magos, etc. (los seres míticos, como Ents, Unicornios o Aves Fénix y otros de proporciones gigantes, renunciaron hace siglos al derecho de participación presencial, y respetan y confían siempre en la sabiduría que desprende el Gobierno y Senado a través de la nobleza y el gran prestigio, más que demostrado, de cada uno de sus miembros). Cada cinco años, en primavera, a principios del mes de abril, se celebra en Ávalon el Gran Baile Político. De todos los lugares de nuestro mundo astral, de todas las circunscripciones mundiales, acuden a Ávalon representaciones de notables duendes que se reúnen en la Corte de las Hadas y allí presentan sus candidatos al Senado. Tras dos semanas de campaña, debates y consultas, son elegidos o reelegidos los nuevos miembros del Senado, y al vigésimo día, después de la elección, se conforma el definitivo y nuevo Senado. Un mes después se elige al Gran Maestre del Reino y éste, a continuación, elige a sus miembros de gobierno. A continuación, se celebra una gran fiesta, en la que todo Ávalon participa, con múltiples banquetes, juegos, bailes y alegres músicas que dar por terminado el proceso electoral hasta el próximo lustro, despidiéndose ahora todas las delegaciones de la Reina y regresando a sus lugares de origen, excepto los miembros elegidos que permanecerán en la Corte de Ávalon hasta el final de sus mandatos. Desde este momento, las disposiciones y legislaciones que en el Senado y en el Consejo de Gobierno se acuerdan y aprueban, son comunicadas de forma inmediata a todas las circunscripciones de duendes del mundo mágico por medio de nuestras rápidas e infalibles cualidades de transmisión. En suma, que podemos decir que todos los seres mágicos formamos parte de una singular Republica Democrática, no existiendo en nuestro mundo ningún cargo destacado que se pueda heredar, habiendo que ganarlos por méritos propios, contrastados y reconocidos por toda la sociedad civil de los duendes, pues la única nobleza que reconocemos es la Nobleza de Espíritu, y ésta hay que cultivarla, enriquecerla y, siempre, demostrarla. El mayor desprestigio y vergüenza que los seres mágicos podemos imaginar es el del político corrupto y desvergonzado. Cuando este lamentable hecho es descubierto y comprobado, el acusado es penado con el mayor y más riguroso ostracismo social, las mayores multas imaginables o, incluso, el exilio más remoto y eterno. Tal son las penas por corrupción o malas praxis política que algunos duendes (los muy singulares, raros, casos descubiertos) han preferido, antes que afrontar este desprestigio personal y estas vergüenzas sociales, difuminarse para siempre y nunca se volvió a saber de ellos.
Todos los seres mágicos sólo veneramos a La Razón y El Conocimiento. A los duendes, desde muy pequeños, nos educan en el amor y gusto por la lectura (en narraciones o ensayos), la poesía, la historia, la filosofía, la pintura, la escultura, la música, el baile y todas Las Bellas Artes en general, y todo esto con la finalidad de formar espíritus sensibles, cultos, reflexivos e independientes. Por nuestra naturaleza, alegre y feliz, nos encanta las comidas (sin son compartidas en concurridos banquetes, con seres queridos y buenos amigos, mucho mejor), las bebidas (sobre todo hidromiel, vino, whisky o cerveza, por este orden), el tabaco (nunca otros tipos de drogas más fuertes), las charlas y los debates (siempre respetando la sagrada, para nosotros, condición de la sinceridad), los deportes, los juegos (destacando el ajedrez) y acertijos (que practicamos desde muy niños) y en general casi todas las actividades que implican una alegre y enriquecedora actividad social y comunal. De esta manera, con todas estas actividades colectivas, fomentamos entre nosotros algo a lo que damos mucha importancia: la Fraternidad (palabra que vosotros, soléis usar mucho con gran frivolidad, de manera rimbombante y ostentosa pero del todo vacía, sin sentido, y casi siempre de forma hipócrita). Nosotros, al contrario que vosotros los humanos, no valoramos en exceso las riquezas ni es la avaricia uno de nuestros pecados capitales. No hemos hecho, como en vuestros sistemas capitalistas, de la avaricia y el egoísmo los motores idolatrados de la sociedad. Y esa frase vuestra tan popular y repetida de “tanto tienes, tanto vales” nosotros la despreciamos con el alma. Es más, cuando alguno de nosotros se enriquece de forma notable o algo más de lo habitual, por una buena racha de trabajo o porque suelen hacerse con algún tesoro perdido, de inmediato el duende y su familia suelen hacer ocultamiento de sus riquezas, pues sus sentimientos de duende nuevo rico, le produce algo de vergüenza de cara a sus hermanos más pobres, o, en muchos casos, hacen copiosas donaciones a instituciones civiles o comunales, demostrando así públicamente su alto grado de generosidad personal. En suma, que no hay en nuestras sociedades clases sociales definidas por el dinero y, mucho menos, cualquier cosa parecida a una fractura social marcada por la riqueza, como sí es muy clara en vuestro mundo. Nosotros valoramos, por encima de la riqueza, otros valores personales como la honradez, la honestidad, la valentía, la caridad, la generosidad, la fraternidad, etc. Ahora bien, lamentablemente, en estas cualidades personales sí se suele producir cierta fractura social entre los duendes. Porque entre nosotros, como tiene que ser, los hay mejores, buenos, regulares y algo malos (sólo algo). Aunque nosotros, gracias a los altos conocimientos de observación y reflexión aprendidos de las Hadas, en todo momento sabemos reconocer, valorar y destacar a aquellos elementos de nuestro pueblo que sobresalen por sus buenas virtudes personales. Por último, desmentir que seamos seres del inframundo subterráneo. No es así. Comúnmente, sí tenemos hábitats en el inmediato subsuelo, en grutas, colinas, troncos o raíces, y son muy confortables, os lo aseguro. Pero, aunque en superficie somos invisibles para los humanos (si no se nos antoja lo contrario), nos agrada hacer vida al “aire libre”, pasear sin rumbo fijo por la superficie terrestre, disfrutar del sol y oxigenarnos con el aire fresco, lo sitios elevados de buenas vistas y paisajes pintorescos o vagabundear por los bosques frondosos y frescos. En suma, nos gusta la naturaleza virgen tanto como las bellas y populosas ciudades humanas, pues nos agrada mucho vivir entre vosotros, aunque de forma discreta.
En el aspecto exterior de los duendes también existe una gran fantasía y heterogeneidad, sobre todo por la gran diseminación geográfica de nuestros hábitats. Tal vez los duendes más conocidos por vosotros sea los pequeños gnomos de los bosques del norte de Europa, con sus característicos gorros cónicos rojos y sus barbas blancas, tipo Papá Noel, y esto es así por la popular serie infantil David, el Gnomo y por los libros de la editorial Montena. Pero hay otros muchos aspectos de duendes. Una cosa que nos identifica casi de forma general es nuestra afición por llevar la cabeza cubierta casi siempre y en todo momento. Pero, si los gnomos del norte usan el conocido gorro cónico, los irlandeses usan sombrero de copa con cinta hebillada o un característico gorro de tres picos, otros usan sombrero de ala ancha, otros birretes e, incluso, los hay que llevan la típica y sencilla gorra obrera de visera con corchete de fijación. En cuanto a las ropas, nos solemos adaptar al lugar de residencia y a su clima. Así los duendes del norte usan ropajes de gran abrigo y botas de cuero y fieltro, ropajes en general muy calientes, además del conocido gorros cónicos u otros de pieles (tipo ruso). Mientras que los duendes del trópico usan hasta camisas hawaiana y gorras en tejidos más frescos o sombreros tipo Panamá. En el vestir nos podréis encontrar desde los muy rústico y desharrapados hasta los muy elegantes y presumidos. En fin, que no os hagáis una idea preconcebida de los duendes porque, por su gran diversidad, fijo que os equivocareis.
Y ahora hablaremos de nuestra particular Relación con los Humanos. De siempre los duendes hemos mantenido encuentros puntuales (entiéndase apariciones) con los humanos y así están registrados en la literatura infantil y no tan infantil de muchos países. Pero, como siempre os pasa, este aspecto es mal conocido, mal documentado y peor relatado, con no poca imaginación y mucha fantasía y, en la mayoría de las ocasiones, son relatos muy alejados de la realidad. Es cierto que, cuando trabamos amistad con algunos de vosotros, nos gusta refrescaros agradables recuerdos, encontraros objetos perdidos o ayudaros a terminar algunos trabajos agobiantes, pero estos asuntos son peccata minuta. Nuestra relación principal con vosotros es mucho más directa e intensa: nosotros somos vuestros amigos sinceros y nuestra labor más común es la de despertar la conciencia humana. Me explico. Los creyentes cristianos siempre hablan de los Ángeles Caídos y, entre ellos, uno en concreto que es muy popular: el Ángel de la Guarda. Este ángel celestial protege a los niños pequeños de accidentes y de ellos mismo, de sus intrépidas y arriesgadas travesuras. Pues bien, en los no creyentes, esas labores las realizamos lo duendes. A cada niño humano, hasta la edad de 10 años, el Consejo de Gobernación del Reino de las Hadas le asigna un duende como guía personal que se encargaran de ser su amigo protector, tutor incondicional e insustituible. A partir de los diez años, y si a esta edad el niño ha demostrados cualidades humanas destacadas (no todos las tienen y sólo son unos pocos los elegidos), la comunión entre ambos continua hasta la muerte del humano, con lo que podéis comprender la importancia de los duendes en la vida de alguno de vosotros. Todos habréis oído alguna vez, este muchacho tiene duende; pues así es, es una verdad manifiesta. Si los cristianos creyente, cuando se les presenta una tentación, se imaginan la escena con la figura de un ángel bonachón de un blanco impoluto en el hombro derecho aconsejando la bondad y de un diablillo cornudo, rabudo y rojizo en el hombro izquierdo arrastrándolos al pecado, los no creyentes no deben de imaginar así la misma escena, sino como realmente es, con un duendecillo en el hombro derecho (dejamos sus aspecto a la imaginación personal de cada uno) y su propia imperfección humana en su hombro izquierdo, en la imagen de una figura de su doble humano, representado ésta todas sus inclinaciones indeseables y, lamentablemente, recurrentes: la envidia, la avaricia, la mentira, la lujuria, el odio, etc. Y en esta lucha personal muchas veces, muchísimas, más de las que podéis pensar, es el duende quien vence, protegiendo así a su alma humana vigilada de todo tipo de tentaciones aberrantes. Esta es nuestra más grata, antigua e importante relación con vosotros los humanos, y es un gran honor para nosotros ser elegidos para estas dignísimas tareas de guarda singular y hermandad de razas.
Ahora desearía aconsejaros algunos libros que tratan superficialmente el mundo de los duendes. Pero, como ya dije, más por su belleza gráfica que por su rigor académico o su acertada sinceridad. La Editorial Montena ha publicado tres buenos libros. Los Gnomos y La llamada de los Gnomos, por Rien Poortvliet en la ilustración y Will Huygen en los textos, los libros son, ambos, del año 1982. El libro Hadas, descritas e ilustradas por Brian Froud y Alan Lee, del año 1983. La Editorial Plaza Joven ha publicado un hermoso libro, Los Goblins del Laberinto, con Terry Jones en los textos y Brian Froud en las ilustraciones. De este libro se realizó una bonita e imaginativa película del mismo título, dirigida por Jim Henson e interpretada por Jennifer Connelly y David Bowie, el guión también fue de Terry Jones. Os la recomiendo. Por último, el libro de la Editorial Edaf, Duendes, Guía de los seres mágicos de España, con textos de Carlos Canales y Jesús Callejo e ilustraciones de Ricardo Sánchez, donde se trata de los duendes desde un punto de vista más nacional. Existen infinidad de libros que narran historias y sucesos mágicos de duendes, elfos y hadas, en sus encuentros con los humanos o en hechos ocurridos en su singulares mundos, así que podéis, si os preocupáis en buscar en las librerías, disponer de una gran variedad de narraciones muy distraídas, aunque, ya os aviso de nuevo, casi todas son ejercicios humanos de invención y fantasía desmesurados, pero siempre serán lecturas muy entretenidas, amenas y ligeras, que es de lo que se trata casi siempre en asuntos de duendes, ¿no? Pero no me gustaría dejar de mencionar a tres autores imprescindibles, según mi modesta opinión, que nos hacen un gran honor al fijarse en nosotros y se ganan muy justamente nuestro respeto y gratitud por su genial maestría, su honesta ética y su asombrosa fantasía: J.R.R. Tolkien (1892-1973), que, con toda su producción de mundos paralelos y fantásticos y con la creación de un elenco muy heterogéneo de increíbles y magníficos personajes, nos maravillas y transporta a unos escenarios insuperables para representar el intemporal enfrentamiento del bien y el mal; C.S. Lewis (1898-1963), con su estupenda serie infantil de fantasía y aventuras, Narnia; y Ana María Matute (1925- ), con su asombrosa y maravillosa novela, Olvidado Rey Gudú, donde los trasgos tenemos un papel principal. En fin, que a estos tres geniales narradores no os lo podéis perder.
Bueno, pues ya vamos terminando. Esperamos que ahora conozcáis algo mejor a los duendes y nuestro mundo. Aunque, claro, de nuevo se trata de una sencilla aproximación a la epidermis de nuestro universo mágico. Para conocernos en profundidad necesitaríais de una muy larga vida, como la nuestra (de la que no disponéis), el estudio de miles de libros, litros de tinta y millares de folios. Pero no se trata de agobiar, ¿verdad?, sino de mostraros una presentación de nuestro mundo breve, cordial, amiga y siempre bien intencionada, que os haya despertado alguna pequeña curiosidad por el ignoto territorio de los duendes y las hadas. Como ya dije, me he permitido ir intercalando imágenes de mi numerosa familia, mi álbum familiar. Aquí podéis ver a mis abuelos, padres, hermanos, primos cercanos y lejanos, todos ellos en sus actividades y entretenimientos más habituales. Espero que sepáis disculpar mi estúpida vanidad de duende pues, qué duda cabe, estoy muy orgulloso de los míos y, de cualquier forma, por lo menos, creo que sabré sacaros una cómplice y simpática sonrisa. Si no fuera así, creo que inevitablemente produciré un gran enfado y sufriré la ira y el castigo del Gran Maestre del reino, pues este torpe duende habrá demostrado su manifiesta ineptitud y su indiscreta impertinencia de una forma ciertamente arrogante e insensatamente aireada.
“La magia es un puente que te permite ir del mundo visible hacia el invisible. Y aprender las lecciones de ambos mundos”. Paulo Coelho, escritor brasileño (1947- ).
- Los Gnomos. De editorial Montena.
- Hadas. De editorial Montena.
- La llamada de los Gnomos. De editorial Montena.
- Los Goblins del Laberinto. de editorial Plaza Joven.
- Duendes. De editorial Edaf.
- Mi primo F. en misiones de Tutor.
- Mi tío P. de paseo por sus pagos.
- Encuentro con el Rey del Bosque.
- Mi tío Z. algo huraño y escurridizo.
- Mi sobrino M., haciendo de las suyas.
- Mis primos de América con su alambique de dorado Whisky.
- El Enano Saltarín. Impresentables los hay en todos los sitios.