MIS LECTURAS: LA MONTAÑA MÁGICA. Thomas Mann (1875-1955).

Hola a todos.

En la biblioteca de la gran literatura universal de todas las épocas podréis encontrar alguna otra novela igual de magnífica que la que hoy recomendamos, pocas, pero mejor que ésta, ¡jamás!

MIS LECTURAS: LA MONTAÑA MÁGICA. Thomas Mann (1875-1955).

«El hombre no debe dejar que la muerte reine sobre sus pensamientos en nombre de la bondad y el amor” Hans Castorp.

Thomas Mann.

Thomas Mann.

Algunas de sus obras destacadas:

–          La caída (su primera novela, con sólo 19 años, en1894).

–          El pequeño señor Friedemann (1897).

–          Los Buddenbrook (1901).

–          Horas penosas (1905).

–          La muerte en Venecia (1912).

–          LA MONTAÑA MÁGICA (1924).

–          Relato de mi familia (1930).

–          José y sus hermanos (1933-1943).

–          Doctor Faustus (1947).

Muerte en Venecia. de Luchino Visconti (1971).

Muerte en Venecia. de Luchino Visconti (1971).

Sus novelas publicadas son bastantes más de las aquí indicadas. Además, nuestro autor, también escribió un gran número de ensayos y dejó escrito sus Diarios (1918-1951). Vamos, que Thomas Mann fue un incansable trabajador hasta el final de sus días, dejándonos un legado literario ingente e impagable. Su magnífica novela La muerte en Venecia (en el título de la película se le suprimió el artículo) fue llevada al cine en el año 1971 por el director italiano Luchino Visconti e interpretada magníficamente por Dick Bogarde, Silvana Mangano y Björn Andrésen, entre otros. Una estupenda y hermosa película que no os debéis de perder o, en su caso, debéis de volver a ella de vez en cuando. Un ejercicio cultural y personal muy saludable y grato, de los que recargan las pilas a cualquiera, no lo dudéis.

Nuestro autor de hoy es una figura principal en la historia de la literatura universal, por este motivo su biografía está disponible, muy documentada y con mucho más detalle y precisión, en multitud de páginas en la red. Yo, aquí y ahora, y sólo por situaros un poco, me limitaré a mostraros una pequeña biografía tipo telegrama.

Heinrich Mann, el hermano mayor.

Heinrich Mann, el hermano mayor.

Thomas Mann nace el día 6 de junio de 1875 en la ciudad alemana de Lubeca (Lübeck), en el seno de una familia acomodada y de la alta burguesía. Fue el segundo de cinco hermanos: Heinrich, Thomas, Julia, Carla y Viktor. El hermano mayor, Heinrich Mann (1871-1950), también fue escritor y hasta su muerte mantuvo una buena relación con su famoso hermano, aunque no exenta de algunos que otros periodos de distanciamientos ocasionales, producidos en la mayoría de las ocasiones por sus opiniones políticas encontradas (Thomas más liberal y burgués, Heinrich más de izquierdas y progresista). Como era muy corriente entre las clases acaudaladas de la época, los hermanos Mann no fueron a la escuela pública y recibieron sus primeras enseñanzas en el hogar familiar y por profesores privados. En 1882 ingresó en el Liceo y en 1889 en un prestigioso instituto de Bachiller, siendo siempre un estudiante de nivel medio que no llegó a terminar el Bachiller. Sus primeras inclinaciones al mundo de la literatura o a la música clásica de Wagner fueron inducidas por su hermano mayor o de forma autodidacta, y estas primeras cuartillas literarias fueron encaminadas a la poesía y al teatro, no a la narración. En 1891 muere su padre. La familia se ve obligada a vender su empresa familiar y, tanto Heinrich como Thomas, por herencia, empiezan a recibir una modesta asignación que les permitirá vivir cómodamente y dedicarse a la escritura hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial. La familia se muda a la ciudad de Múnich en el año 1894. Este mismo año, a la edad de 19 años, publicará su primera novela: La Caída. Pero será en el año 1897 cuando publica la primera novela que empezará a darle un nombre en las letras alemanas y que será un gran éxito: El pequeño señor Friedemann. Entre los años 1895 y 1898, en compañía de su hermano, viajará por Italia, visitando, entre otras ciudades, Roma, Venecia o Nápoles. Entre los años 1900 y 1903, se le atribuyen relaciones amorosas con el pintor y violinista Paul Ehrenberg (la inclinación homosexual de nuestro escritor fue siempre algo cuestionado y discutido y, en cualquier caso, latente en muchos momentos de su vida y obra). En el año 1901 publica la novela Los Buddenbrook, con un gran existo de venta y crítica. En 1905 se casa con Katia Pringsheim, hija de intelectuales de origen judío; fue una boda civil.  Tendrá 6 hijos: Erika, Klaus, Golo, Monika, Elisabeth y Michael. En el año 1912 publica su obra La Muerte en Venecia, con críticas dispares, pues se le acusa de enmascarar y disculpar inclinaciones moralmente inaceptables por la sociedad burguesa de su época. El protagonista principal, Gustar Von Aschenbach sería un álter ego de Thomas Mann. Por esta época previa a la Primera Guerra Mundial nuestro narrador ya disfrutaba de una reconocida fama y gran prestigio internacional.

República de Weimar.

República de Weimar.

Durante la Primera Guerra Mundial se situó y participó intensamente dentro del más fervoroso nacionalismo alemán. Pero, al finalizar la guerra, empobrecido y algo desanimado, se integrará y aceptará la democrática República de Weimar, y muy pronto empezó a oponerse al incipiente nacionalsocialismo del partido nazi (al que calificará como “disparate con esvástica”). En 1924 publicará la magnífica novela de hoy: La montaña Mágica. La había comenzado a escribir en 1912 pero sufrió el parón de la Gran Guerra y no la terminará hasta doce años más tarde. En el año 1929 recibe el Premio Nobel de Literatura, por toda su obra, pero significando en particular su novela Los Buddenbrook. En 1932, dada ya su fama y prestigio internacional, apoya en las elecciones al candidato Hindenburg frente a Hitler. Pero, dado el imparable ascenso del nazismo, se exilia a Suiza entre los años 1933 a 1938. En 1936, tras publicar una condena pública contra el nazismo, le es retira la nacionalidad alemana y se le confisca sus bienes patrios. Este mismo año obtiene la nacionalidad Checoslovaca. Pero en Europa no estaba seguro, así que en el año 1938 se traslada a los Estados Unidos, donde obtiene un puesto de trabajo como profesor en la Universidad de Princeton (Nueva Jersey). Thomas Mann celebrará el estallido de la Segunda Guerra Mundial por considerarla inevitable y necesaria para acabar con el terror de Adolf Hitler y los suyos. En 1942 participará en emisiones de radio de la BBC británica haciendo campaña contra los nazis y denunciará el Holocausto judío por las ondas radiofónicas a los oyentes en lengua alemana. En 1943 comienza otra de sus novelas más emblemáticas: Doctor Faustus. En 1944 obtiene la nacionalidad norteamericana. En 1949 muere su hijo mayor, Klaus, adicto a las drogas. En 1950 muere en Santa Monica (USA) su hermano mayor, Heinrich. En 1952 y debido a las persecuciones de la época del macartismo en los Estados Unidos (la vergonzosa caza de brujas de supuestos comunistas o simpatizantes), que sufre incómodamente de forma encubierta sobre su persona y mucho más directa sobre su hija Erika, Thomas Mann se traslada definitivamente a Suiza. El 12 de agosto del año 1955 murió en Zúrich por desgarro de la arteria abdominal, a la edad de 80 años, en sus últimos momentos estuvo acompañado de su esposa Katia y de su hija Erika.

Portada La Montaña Mágica.

Portada La Montaña Mágica.

Hoy queremos hablar y recomendar la lectura de una extraordinaria novela: La Montaña Mágica (relectura en edición de Edhasa y traducción de Mario Verdaguer, con la colaboración de David Castelló). Este duende reconoce aquí que, desde el primer momento que leyó esta maravillosa novela, me marcó de manera determinante, y desde ese preciso instante me sentí abducido al mundo de la lectura de forma irreversible y definitiva.  Pero esta novela exige al lector una actitud algo especial. Le exige concentración y sosiego, hay que afrontar la lectura sin ninguna prisa y prestándole todo la atención que se merece, desconectando, pues la narración nos exigirá exclusividad. Así, sin darse uno casi cuenta, se encontrará inmerso en una lectura placentera, de esas que convierten en molestias las inoportunas interrupciones de cualquier tipo. Y, una vez que navegues por ella a velocidad de crucero, ya no podrás dejar de leerla hasta el final. Un final que te llevará tu tiempo, claro, pues es lo menos que se merece esta obra. Al fin y al cabo, al autor le llevo doce años escribirla y, por ello, por respeto, no le podemos ofrecer nada menos que toda nuestra más sincera atención. Pero esto no es nada difícil, como ya he dicho, es incluso muy grato y enriquecedor.

Davos.

Davos.

Se trata de una novela filosófica o filosofía novelada, lo que se prefiera. Y, dado los tiempos actuales de políticos grises y mediocres (responsables de políticas educativas regresivas) que nos han tocado vivir, donde la Filosofía (con mayúsculas) está tan denodadamente despreciada, en favor de credos o supersticiones varias, y decididamente minusvalorada en una insensible sociedad consumista y globalizadora de conciencias, pues eso, que recordar un libro que la honra y ennoblece como se merece creo que es algo muy aconsejable y necesario (bueno, disculpar si este escribano se pone un poco melodramático en este asunto pero, ya se sabe, el punto de vista de un duende en materias de humanos siempre peca de un grado más de pesimismo). Lo que el autor nos ofrece con su extraordinaria maestría narrativa y a través de una perfecta, rica y bella prosa es, nada más y nada menos, que un recorrido por el pensamiento más profundo y noble de la civilización europea contemporánea. Su narración nos mostrará todos y cada uno de los asuntos filosóficos más trascendentales y actuales para el ser humano: la vida y la muerte, el amor y el deseo, la amistad, la política, la moral, la fe y la espiritualidad, el dolor, la compasión, etc. En fin, se trata de un repaso maravilloso al alma humana y al espíritu europeo de principios del siglo XX (que sigue estando muy vigente hoy día), desde la gran literatura, un aire fresco del Humanismo más generoso y enriquecedor, eso es sencillamente lo que este libro representa para mí.

Sanatorium en Davos.

Sanatorium en Davos.

Y, la verdad, nadie como Thomas Mann para imaginar el escenario perfecto, las circunstancias idóneas y los personajes oportunos para desarrollar a la perfección sus intenciones literarias. Como suele ocurrir casi siempre, en esta novela el autor volcó gran parte de sus propias experiencias y vivencias, pues a principios de siglo XX había llevado a su esposa a un tratamiento de reposo a un Sanatorium de alta montaña en los Alpes suizos. El personaje principal de nuestra historia es el joven Hans Castorp que, recién terminados sus estudios de Ingeniería Naval y antes de incorporarse a su nuevo trabajo (creo recordar que con unos veintitrés años al comienzo de la novela), decide hacer una visita de tres semanas a su apreciado primo, Joachim Ziemssen, en tratamiento en el Sanatorio Internacional Berghof, en la ciudad de Davos Dorf, como no, en los Alpes suizos; la novela comienza en ese viaje iniciático desde Hamburgo a Davos. Y esas tres semanas, por unos u otros motivos, se van dilatando en el tiempo hasta convertirse en siete años. Un tiempo lento que se palpa, se respira, que se siente a través de todo la narración y que cambiará de forma inexorable y determinante el alma de nuestro joven ingeniero. Todo allí parece ir a cámara lenta, incluso nuestra propia lectura.

Sesiones de Chaise Longue.

Sesiones de Chaise Longue.

Si el escenario nos parece perfecto a los propósitos narrativos, ese sanatorio de reiterativos procesos cotidianos y aletargada atmosfera, también los personajes de la novela nos lo parecen. Personas que acuden buscando obtener o conservar la esperanza de sanar o la desesperanza de una muerte dulce. Personas que se integran en un ambiente monótono de relajación, mansedumbre y paciencia estoica, muy propicio para las tertulias, ensoñaciones, divagaciones o, incluso, algunas demencias extravagantes. Y todos los personajes están muy pensados y conseguidos. El primo Joachim, militar de estancia impaciente y futuro de imaginada y rápida gloria castrense o convirtiéndose en idóneo elemento de agradable compañía en las sesiones de Chaise Longue (hamacas de reposo) en las terrazas de fachada. Madame Claudia Chauchat, joven de veintiocho años, rusa, de rasgos caucásicos, que será el instrumento narrativo principal para reflexionar sobre el amor y la sexualidad. Su postrero compañero el rico, hedonista y alcohólico Mr. Mynheer Peeperkorn. Los pragmáticos doctores del centro, el Dr. Jefe Behrens y su ayudante el Dr. Krokovski. O todos los demás, las variopintas compañías de mesa de comedor o de paseos de cercanías, todos tendrán un papel y una significación que iremos descubriendo sorprendentemente a lo largo de la narración.

Los paseos.

Los paseos.

Pero, sobre todos los personajes, hay dos que son fundamentales en la narración. Ambos se disputarán el honor de ser el mentor principal de nuestro joven Hans Castorp. Serán la dualidad enfrentada que necesita la reflexión filosófica, los contrarios dialécticos de dos formas de ver y entender la vida. El primero en aparecer de este dúo es  Lodovico Settembrini, italiano, francmasón, humanista y demócrata, que representará a la Ilustración, la tolerancia, los Derechos Humanos y el Progresismo político (en esta obra, cree recordar este duende, fue donde leyó por primera vez este término de Progresismo como concepto político de movimiento, avance y lucha por la mejora de la sociedad, frente al Conservadurismo, o la tendencia burguesa a la quietud social, inacción o inoperancia de los grupos civiles interesados en conservar las tradiciones más absurdas o desfasadas, incluso las más irracionales, hipócritas, egoístas y codiciosas). Y, algo más avanzada la novela, aparece la antítesis al filósofo italiano:  Leo Naphta,  judío convertido al cristianismo, jesuita, conservador, que nos confundirá un poco con una mezcolanza de filosofías algo contradictorias, hablándonos del anarquismo, el comunismo o el fascismo; un personaje escolástico que utilizará en sus exposiciones la dialéctica, la retorica o el sofismo, y con un carácter personal algo extremista e intransigente que le llevará a un desenlace dramático y un poco inesperado al final de la novela. En suma, gracias a estos dos esenciales personajes el lector podrá participar en intensos y magníficos debates filosóficos que enfrentará a esa dualidad de opinión ya mencionada y le servirá al narrador para repasar casi todos los conceptos más vitales al espíritu humano desde dos puntos de vista contrapuestos.

Los más humano: el pensamiento reflexivo y libre.

Los más humano: el pensamiento reflexivo y libre.

Para terminar ya sólo me queda recomendaros que os propongáis seriamente el recto personal de leer y acabar esta excepcional novela (porque hay que proponérselo, sí. No amedrentaros con su extensión, eso nunca; es la requerida). Hacer de ella vuestro refugio diario por algún tiempo, porque, no me cabe la menor duda, con vuestra perseverancia conseguiréis llegar a disfrutar plenamente con la lectura, iréis descubriendo perlas del raciocinio más humanístico, y os despertará una natural curiosidad intelectual. Y todo esto os supondrá un indudable y magnífico enriquecimiento personal, os lo aseguro. Pues este estupendo libro nos enseña a pensar por nosotros mismos, a ser más reflexivo, a escuchar y meditar antes de precipitar decisiones importantes o de realizar acciones atolondradas. Ya sabéis el dicho: “cuando dos personas siempre, en todo momento y circunstancia, piensan lo mismo, uno de los dos no piensa”. ¿Quieres ser tú el que no piensa? ¡No! ¡Convertiros para siempre en librepensadores! (otros dirán, tener la suficiente autoestima para… ¡convertiros en racionalistas!). Y ahora me vais a permitir una obviedad: pulir vuestra cultura en todo momento, sin abandonar nunca este propósito (porque, al fin y al cabo, la vida siempre nos parece muy corta) y, sobre todo, querer a la Filosofía (o el razonamiento crítico y reflexivo) y cultivarla con sincero interés siempre que podáis. Para ejercitar la mente con acierto, para subrayar vuestra singular humanidad, sin censuras ni barreras, cuestionado todo lo que la Razón nos pida y para que nadie nunca piense y decida por vosotros en las cosas importantes de la vida. Y recordar siempre el famoso axioma: el pensamiento no delinque nunca (aunque a muchos, en el pasado y en la actualidad, sus ideas les hayan llevado al aislamiento, la persecución, a la cárcel o a la misma muerte. Pues la libertad de pensamiento, a través de vuestra historia, siempre ha sido la víctima preferida de la sinrazón más tozuda, el fanatismo más violento o la intolerancia más absurda, pues el alma librepensadora no suele dar respeto… ¡da temor!). O, en cualquier caso, ¡qué carajo!, porque todo no va a ser pan y circo… ¡uy!, quería decir pan y tele.

“El análisis es bueno como instrumento de progreso y civilización, bueno en la medida en que destruye convicciones estúpidas, disipa prejuicios naturales y busca la autoridad; en otros términos: en la medida en que libera, afina, humaniza y prepara a los siervos para la libertad. Es malo, muy malo, en la medida en que impide la acción, perjudica las raíces de la vida y es impotente para darle forma. El análisis puede ser una cosa muy poco apetecible, tan poco apetecible como la muerte de la que en realidad se alimenta, de la tumba y de su anatomía”. Lodovico Settembrini.

Alpes Suizos.

Alpes Suizos.

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